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Ensayos 


El camino del Pentágono
por Meir Wigoder
(Página 6)

Los terroristas ingresaron a Estados Unidos por el telón de fondo del set de la ciudad virtual del film de Peter Wier, "The Truman Show", en donde el protagonista intenta escapar cuando se da cuenta que toda su vida es una simulación montada para una serie de televisión. Los terroristas entraron a través del domo que protegía a la ciudad del resto del mundo, el cual se mostró muy interesado en lo que ahí sucedía, del mismo modo en que muchos extranjeros, especialmente en el tercer mundo, se sienten fascinados por la sociedad estadounidense y quieren vivir ahí. Los terroristas caminaron ilesos debajo de las mangueras responsables de crear las falsas lluvias en el set; se mezclaron con la multitud de comparsas debajo de las luces, sin temor a ser detectados por las pequeñas cámaras de vigilancia en los aeropuertos y hoteles o de dejar un rastro con sus tarjetas de crédito porque sabían que tenían un boleto sólo de ida al paraíso. Habiendo aprendido a volar en simuladores de vuelo, sin tener que saber cómo despegar o aterrizar, causaron un gran impacto al chocar contra el centro simbólico del capitalismo, que prometía a muchos estadounidenses una vida en un paraíso sobre la tierra. El impacto hizo que los edificios implotaran sobre sí mismos -una imagen apropiadamente narcisista del colapso de un icono capitalista. La aterradora lluvia de escombros cayó sobre los peatones, rodando por las angostas calles del distrito financiero, como si de lava se tratase, envolviendo a la gente que corría, contemplando la ira de su propia creación babilónica. El carácter de espectáculo no pasó inapercibido por muchos comentaristas que hicieron mención a las últimas películas de acción de Hollywood, preguntándose dónde habría quedado Batman o Bruce Willis aquel día. Por alguna extraña razón, el siniestro tuvo el efecto de transportarme a la historia temprana del cine norteamericano. Pensé en King Kong escalando el Empire State; los afronorteamericanos cubiertos de polvo blanco parecían la antítesis pálida de los estereotipos del "Jazz Singer".

Aquí residía la ironía última: la ciudad que se consideraba el centro del mundo estaba habituada a celebrarse a sí misma con los más grandes de los desfiles extravagantes. La única nación que ha inventado los desfiles con confeti para conmemorar a los héroes de guerra o los grandes logros nacionales como el aterrizaje sobre la luna, arrojó confeti sobre sus héroes, muestra de una sociedad que puede permitirse el lujo de desperdiciar. Pero ahora, por una mañana, y de manera completamente inesperada, el papel se había transformado en piedra, vidrio y acero en un siniestro que no provino de abajo (una bomba en el metro) o de las calles (como sucede en las ciudades a escala humana), sino de arriba, de los símbolos mismos que la sociedad capitalista había puesto como sus metas al decidir que hay un nexo fuerte entre la definición estadounidense de orgullo y felicidad y la gráfica ascendente del índice Dow Jones.


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