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Recordando a Carl Mydans.

por Dirck Halstead


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El fotorreportaje moderno ha tenido una vida relativamente corta. Si se parte de la premisa de que la profesión que nació con las revistas con grandes imágenes, únicamente tiene unas ocho décadas, no es entonces una sorpresa que los gigantes que emergieron durante este periodo hayan comenzado a morir.

El mes pasado dos de los más grandes nos han dejado. Primero Henri Cartier-Bresson, quien más que ningún otro fotógrafo definió “el momento decisivo”, y en Agosto Carl Mydans, quien sin duda fue uno de los mejores fotógrafos de la revista Life.

El senador John F. Kennedy en campaña con su esposa en Boston 1958.
Carl Mydans/Time/Getty Images

Resulta interesante que ambos fotógrafos tuvieran grandes obituarios en las páginas del New York Times. Los obituarios de este tamaño estaban generalmente reservados para grandes escritores, poetas, diseñadores y jefes de estado.

Carl Mydans frecuente mente fue pasado por alto al compararlo con algunos de sus colegas más coloridos como Alfred Eisenstaedt, Margaret Bourke-White y Gordon Parks. Algunos críticos tildaron su trabajo de ordinario. Pero para los que realmente saben, Carl fue sin duda el mejor de todos.

Lo que hacía su trabajo algo tan especial era que ante todo Carl era un periodista. El veía su trabajo como ser testigo de la historia. Para Carl, la palabra escrita era tan importante como la fotografía.

En un closet de su casa de Larchmont, Nueva York donde vivió con su esposa Shelley hasta que ella murió hace algunos años había miles de libretas de reportero. Tenía el hábito de sentarse a registrar meticulosamente lo que oía y veía al final de cada día. Estas libretas constituyen un magnífico legado para los historiadores.

Encabezados, noviembre 22, 1963, en un tren hacia Stamford, Conneticutt.

Carl Mydans/Time/Getty Images

Carl era un periodista consumado. Time-Life aceptó esto al nombrarlo el jefe de su oficina en Tokio después de la Segunda Guerra Mundial. Es el único fotógrafo en la historia de la compañía en recibir este reconocimiento.

Hace una década el museo Amon-Carter en Fort Worth, Texas cedió sus muros para una importante retrospectiva de la obra de Carl. El poder ver la extensión total de su extraordinaria carrera en un solo lugar dejaba sin aliento.

Como su colega y amigo Alfred Eisenstaedt el nonagenario Carl permanecía en pleno contacto con el mundo, todavía tenía la curiosidad de un niño. Aunque apenas podía oír aún realizaba la travesía a su oficina en el piso 28 del edificio Time-Life hasta mediados de los noventa.

En 1945 el general Douglas Mac Arthur envió un avión a recoger a Carl, quien se encontraba cubriendo la derrota de la Alemania nazi, para llevarlo al teatro del Pacífico y lo acompañara en su retorno a las Filipinas. El general sabía que Carl se había quedado junto a los defensores de Corregidor cuando fueron arrasados por los japoneses y había sido encarcelado por estos junto con su esposa por más de dos años.

Luzón, Filipinas (enero 9, 1945): El general Douglas Mac Arthur desembarca en la costa a la llegada de las fuerzas aliadas en las Filipinas avanzando hacia Tokio y a la victoria.

Carl Mydans/Time/Getty Images

El resultado fue una de las fotos mas memorables de Carl, Mac Arthur desembarcando en la playa.

Cuatro décadas después, Time envió de nuevo a Carl a las Filipinas a cubrir la elección en que Corazón Aquino derrotó al presidente Ferdinand Marcos.

El hijo de Carl, Seth Mydans recuerda:

 

Mi padre se escabulló hasta el avión de Ferdinand Marcos en Ilocos Norte el día de la elección. Todos los demás tuvieron que hacer un largo viaje por carretera y tomar posiciones alrededor de la urna al amanecer, encajándose los codos unos a otros Mi padre (tal vez riendo para sus adentros) llegó con el séquito de Marcos y simplemente se puso al frente provocando las usuales quejas. Pero me dicen que todos fueron muy amables con el viejo caballo de guerra. Esta imagen ha quedado en mi mente junto con una gran foto de Carl con su simpático sombrero para el sol, trepando a un andamio de madera en medio del parque Luneta durante un mitin de Corazón Aquino mientras todos los otros fotógrafos lo ayudaban tomándolo de un, brazo, un codo o una mano.

En cuanto a los Marcos, todos sabemos de su vívida imaginación. Cuando conocí por primera vez a Imelda en una conferencia de prensa en Malacanang en 1981, anunció frente a todos “ Si, mi marido rescató a tu padre de el campo de prisioneros”. Después tuve mi primera audiencia con Marcos, quien me dijo en seguida, “Sí , tu padre es el único fotógrafo que me tomó una foto con mi casco durante la guerra”(Esta es gente que dijo entre otras cosas, que se había enriquecido,”invirtiendo sabiamente”)

Me gustaría mencionar que Shelley tampoco había perdido el toque. Se ofreció como voluntaria para visitar una casilla electoral para el New York Times y produjo uno de los relatos más vívidos del día cuando unos rufianes trataron de quitar a cachazos las urnas a los maestros y las monjas.

Otro momento extraordinario: durante la campaña de enero-febrero de 1986, mi competencia se habrá preguntado cómo puede obtener tal acceso a Marcos. Más de una vez mi padre me pidió que “le cargara sus bolsas de cámaras “ cuando se le invitaba a tomar un retrato. En una de estas ocasiones, autografió una copia de su nuevo libro “Carl Mydans: Foto reportero”, tal como hizo para otras figuras tales como (Doy laurel): “Respetuosamente, en este momento histórico”. Dos semanas después de Edsa, volé a Hawai para entrevistar a Marcos en el exilio. Todavía no se mudaba a Makiki Heights y estaba en una inhóspita y triste villa junto al mar. Las joyas y dinero otros bienes de los que se había apoderado en su huída ya estaban en una caja fuerte en alguna parte, pero el libro autografiado por mi padre “en este momento histórico” estaba en una mesa para que yo pudiera verlo. Uno podría decir que este era uno de sus tesoros más valiosos, pero creo que al huir de su palacio, Marcos todavía pensaba que la revista Time y el New York Times todavía podían ayudarlo a retomar el poder, después de todo la fotografía de la portada muestra el regreso de Mac Arthur.

Robin Moyer, el entonces fotógrafo de Time en el sureste de Asia recuerda:

 

A pesar de tener 79 años en ese entonces, su ilimitada energía y entusiasmo inspiraban a James Natchwey, Peter Charlesworth y Susan Meiselas, nuestros fotógrafos filipinos que él adoptó.

Carl era como uno de ellos y le reservaban los mejores lugares en los tumultos de los fotógrafos.

Hasta Imelda Marcos proclamó a Carl viejo amigo de la familia.”Conocemos a Carl desde hace años. Es famoso en todo el mundo y mucho más alto que su hijo”.

La respuesta de Carl fue sencilla: “Conocí a Imelda la semana pasada y Seth es mucho más alto que yo”.

Carl trabajó incansablemente el tórrido calor de Manila produciendo imágenes sobresalientes, que no solo muestran su habilidad como fotógrafo sino también su sentido de la historia.

En el ultimo mitin de la campaña de Marcos, habiendo atravesado una multitud estimada en un millón de personas, varias franjas de fotógrafos y a los equipos de seguridad que rodeaban a Marcos y su esposa, Carl trepó a al tarima y tomó la mejor imagen de todos esos meses. Recordando a la famosa foto de “Dewey derrota a Truman”, Carl tomó una foto de Marcos izando engreídamente un estandarte en el que se leía "MARCOS TRIUNFA"

El fotógrafo Peter Charlesworth relata la historia:

 

Mientras la prensa batallaba por posiciones en la conferencia de prensa del presidente Marcos, creo que fue Robin Moyer quien logró imponer un poco de disciplina a la turba de camarógrafos y fotógrafos colocándolos en hileras ordenadas y jerarquizadas. Carl esperaba calladamente hincado en la primera fila.

Marcos llego por una puerta lateral y se sentó frente a un escritorio, Carl saltó y comenzó a tomar acercamientos del abatido dictador. Si hubiera sido cualquier otro fotógrafo, los insultos de la apretujada prensa cuya vista había sido bloqueada, hubieran sido ensordecedores y muy probablemente hasta una cámara hubiera sido arrojada a su cabeza.

Nada, hubo un momento de aturdimiento mientras los guardias de Marcos se preguntaban que debían hacer. Tal era la reverencia que la prensa filipina –y todos los presentes- tenía hacia Carl que nadie se movió. Después de un rato hubo algunos murmullos de las primera filas: “Disculpe….¿Señor Mydans? Eh… ¿Señor Mydans? mientras Carl continuaba fotografiando…Eh ¿Señor Mydans?

Entonces Carl volteó y lanzó una mirada hacia atrás hacia los atónitos fotógrafos y con una traviesa sonrisa musitó “Oh, disculpen” como si hubiera olvidado por completo que había alguien mas ahí y regresó a su posición en la primera fila.

En sus últimos años Carl fue visitado constantemente por sus amigos, estas visitas le alegraban muchísimo.

Todos lo extrañaremos, no habrá otro como él.

© Dirck Halstead
Editor de the Digital Journalist

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