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Hace 15 años, mi campo laboral contaba con una docena de agencias fotográficas que trabajaban con fotógrafos independientes, que proporcionaban imágenes para periódicos y revistas. Algunos se especializaban en deportes, algunos en proyectos documentales a largo plazo, otros en noticias de alto impacto. Algunas eran cooperativas manejadas por sus miembros, algunas eran grandes, otras pequeñas.

En otras palabras el “ecosistema fotográfico” era razonablemente diverso y una gran variedad de imágenes era producida por profesionales que obtenían salarios razonables.

Casi todas estas agencias han desaparecido y solo quedan unas pocas corporaciones de imagen como Getty Images, Corbis –propiedad de Bill Gates-, y Júpiter Images, que dominan el mercado y pueden producir imágenes capturadas por sus empleados  o por fotógrafos contratados,  cuya titularidad de derechos le pertenece por completo a la corporación. El trabajo va de la fotografía de stock de alta calidad a las imágenes noticiosas.

Si las fotografías protegidas por derecho de autor o que virtualmente son gratuitas (mejor conocidas como “sin pago de regalías”, Royalty Free), pueden ser recopiladas, significa, por economía de escala, que estas grandes inventarios sacan del negocio a los competidores más pequeños obteniendo jugosas ganancias. Ahora esto es un negocio manejado por volumen, a tal grado que podría decirse que las imágenes individuales ya no tienen valor. La gente no paga por las imágenes o solo una pequeña cuota –iStockphoto, una biblioteca de imágenes perteneciente  a Getty Images, las ofrece hasta en 50 centavos.

Toda esta transformación de las imágenes en “materia prima” a infectado las actitudes de los editores que comisionan fotos “en vivo”. Estos editores ahora ven a los fotógrafos como hacedores de baratijas, y mientras más baratas, mejor.

Los robos masivos en Internet y el desplome del valor unitario de las imágenes han hecho que los fotógrafos ya no puedan trabajar de manera independiente y  que tengan que trabajar para estas corporaciones para ganarse al vida. Mientras el contenido digital es cada vez más una “materia prima”, es más evidente que solamente las grandes corporaciones se benefician de  ello, gracias a las economías de escala. Para clavar el último clavo en el ataúd, tenemos al “periodismo ciudadano”.

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El amateurismo no es malo en sí mismo, pero se ha vuelto un factor para castigar y empobrecer a la gente creativa que a decidido hacer de la autoría su única actividad económica. Ahora se espera que trabajemos por caridad.

El  Crowdsourcing  (término que significa algo parecido a “obtener recursos de la muchedumbre)  es la palabra de moda, pero dentro del sistema económico actual, es simplemente la globalización puesta en práctica. La cual es la misma fuerza que obligó a los artesanos del siglo XIX a vender su fuerza de trabajo a las fábricas. En este caso, el que  produce a más bajo costo – el fotógrafo aficionado que pone sus fotografías en la red para “minarla con contenido”, es también el consumidor. El aficionado comprará un periódico o revista solo por la emoción de ser publicado. Es el mismo modelo usado por los dueños de las minas cuando pagaban a sus trabajadores con “dinero de la compañía”.

El resultado es un ambiente en donde no existe el derecho de autor que solo ha enriquecido a las grandes corporaciones en perjuicio de los autores individuales. ¿No deberían los pequeños estar protegidos igualmente que los grandes por la ley?

No podemos costearlo. Demandar por violaciones múltiples al derecho de autor es imposible para los individuos. Hay algunas señales de vigilancia grupal. Por ejemplo, agencias fotográficas en los EE.UU. recientemente se unieron para demandar al blog de celebridades “Perez Hilton”, por cientos de miles de dólares por uso no autorizado de sus imágenes en sus sitios Web, y compañías de software como PicScout han hallado un mercado para programas que detectan usos ilegales de fotografías.

(Perez Hilton genera grandes ganancias por publicidad que no se comparten con los fotógrafos cuyas imágenes han sido robadas y utilizadas en el blog)

Solamente las grandes corporaciones tienen los medios para defender sus derechos de autor, así que la extendida práctica de robar a los autores individuales, es la que más les beneficia y esto tiene el espeluznante efecto de que los autores prefieran no poner sus fotos en Internet.

En lugar de combatir a las grandes corporaciones, los utopistas de la  tecnología han decidido pelear contra las leyes que protegen a los individuos.

La “Ley de Obras Huérfanas” que estuvo a punto de ser aprobada por el congreso estadounidense a principios del año pasado, contenía artículos que hubieran devastado a los artistas individuales, al  debilitar su capacidad de demandar a los infractores de derechos. Si esta ley es aprobada, será mucho más fácil poder robar contenido  en Internet y mucho más difícil el poder perseguirlo y detenerlo.

Así pues, en la práctica, se desalienta a los profesionales para que pongan imágenes de alta calidad en Internet y se alza la barrera cultural que los miembros de “Copyleft” y “Creative Commons” buscan derribar. Esta gente, que pone nuestro material bajo una licencia de  “cópiame” o bajo dominio público, generalmente tienen un empleo. Yo no. Mi fotografía es mi trabajo. Los autores que hacen esto normalmente lo hacen como un truco publicitario o como artículo de promoción.

El  arrojar al derecho de autor por la ventana, o comportarse como si no existiera es tan miope, que provoca esa atrofia cultural que los detractores del derecho de autor dicen combatir.

La mayor parte de los argumentos en contra del derecho de autor se basan en un disgusto contra la “propiedad” obtenida injustamente. Pero para los autores individuales, no es, ni nunca ha sido, un asunto de “propiedad”, sino de nuestro trabajo. El derecho de autor nos permite ganarnos la vida, y  su violación habitual sencillamente fortalece la capacidad de las grandes compañías para apoderarse de nuestro trabajo y quedarse con él como si fuera de su propiedad.

En la realidad, lo que sucede en Internet es que se transfiere el trabajo de los autores a las grandes corporaciones sin costo alguno para éstas. Los detractores del derecho de autor se han vuelto aliados involuntarios o cómplices de las grandes empresas.

©Sion Touhig es un fotoreportero que ha cubierto los conflictos en los Balcanes, Afganistán y Palestina. Fue nombrado fotógrafo noticioso del año en 1999 y cuatro veces sus fotos han sido elegidas entre las “fotos del año” por la revista Time/Life. Su blog se encuentra en SionPhoto.

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