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El siglo digital |
Escrito por Rogelio Villarreal |
Hace cincuenta años, cuando nací, era inconcebible aun en las más fantásticas películas de ciencia ficción lo que viviríamos al fenecer el siglo XX y al alba de éste. No el cómodo y divertido futuro de Los Supersónicos (The Jetsons) ni el catastrófico mundo de El planeta de los simios (Planet of the Apes, Franklin J. Schaffner, 1968), pero sí uno más apasionante y complejo, más cerca del angelino 2019 de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y, por desgracia, a veces de la desesperación neoyorquina de Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, Richard Fleischer, 1973).
En nuestros días los apabullantes adelantos tecnocientíficos en todos los ámbitos de la vida son comunes a las novísimas generaciones —desde luego, a las que por distintas circunstancias tienen mayor acceso a ellos: millones de niños y jóvenes de hoy en todo el mundo no podrían concebir sus actividades cotidianas sin iPods o teléfonos celulares con cámaras fotográficas y GPS integrados, sin chats, redes sociales y juegos en línea cada vez más sofisticados. Y seguramente no disfrutarían de la misma manera una película sin espectaculares efectos digitales y otra filmada sin tantos artificios. Y qué decir de la radical transformación de la educación, del arte, del periodismo y de la investigación en general debida a la inagotable hiperbiblioteca virtual que envuelve al mundo y que sorprendería al mismísimo Borges, quien ya aventuraba mucho de esto en su Aleph. La llegada del hombre a la Luna en 1969 y el descubrimiento del genoma humano hace unos años —por hablar solamente de dos momentos culminantes de la ciencia— habrían sido imposibles sin la tecnología digital.
En la casa de mis padres no hubo televisión —en blanco y negro— sino hasta mediados de los años sesenta, y teléfono —¡qué maravilla!— unos años después. Las amarillentas fotografías de la familia y los amigos eran resguardadas en gruesos álbumes de hojas de cartón negro y mis primeras tareas escolares al final de la escuela primaria las escribía en una moderna máquina mecánica de escribir Olivetti, y debía recurrir una y otra vez a la biblioteca de mi padre para consultar fechas y nombres históricos.
Ya que lo menciono, mi padre trabajó sucesivamente como linotipista, corrector y editor. ¿Linotipista? Les explico: el linotipo es una enorme máquina de escribir con un caldero lleno de plomo fundido que servía para componer las líneas tipográficas que formarían las planas de libros, revistas y diarios. Hoy es una pieza de museo, como el que se encuentra en el edificio del Fondo de Cultura Económica en la Ciudad de México, a las faldas del Ajusco. Actualmente los talleres de imprenta tienen máquinas de offset silenciosas, del tamaño de un tráiler, operadas por computadora. Para diseñar una publicación es suficiente con una laptop y un par de programas de edición. Muy lejos en el pasado quedaron los restiradores, el cutter, el laborioso paste-up y las aparatosas máquinas de fotocomposición, que recuerdan a esos armatostes plagados de foquitos de los científicos deschavetados en las candorosas películas del Santo, el Enmascarado de Plata. En estos días ya no es necesario llevar los originales mecánicos a la imprenta, pues éstos pueden enviarse rápidamente por correo electrónico, aun si la casa editora se encuentra en Honk Kong o en Shanghai.
Hace más de veinte años Pedro Meyer me hizo un retrato digital, el primero en mi biografía. No se distinguía por su calidad pues se trataba de una gran imagen compuesta de grandes puntos negros que solamente observada desde varios metros podía hacer reconocible mi rostro. La distancia entre esa fotografía y las que Meyer ha creado últimamente con una técnica digital sumamente depurada hasta la perfección es abismal. Todos los que han visto las imágenes digitales de Pedro saben de la revolución conceptual que significa poder componer fotografías perfectas a partir de dos o más tomas diferentes captadas en distintos momentos y lugares.
Todo aquello que sucedió antes de la era digital es prehistoria para los niños y los adolescentes que han crecido y han sido educados en un entorno de nuevas tecnologías digitales, y que entre ellas se mueven como peces en el agua. La semejanza entre el pensamiento y el funcionamiento de las computadoras y el internet ha facilitado en mucho esta identificación natural. Los vínculos y el hipertexto son el reflejo casi exacto de la manera en que funciona el cerebro humano y su pensamiento no lineal, que procesa simultáneamente imágenes y conceptos y brinca de un tema a otro, avanza o retrocede en el tiempo y en el espacio intencionalmente o por libre asociación, de modo muy semejante a como aparecen los resultados de una búsqueda en internet.
La tecnología digital también se utiliza para el espionaje, la destrucción y la guerra, y en ese sentido el mundo no es mejor que antes. Hay Estados cuyo desprecio por la democracia los ha llevado a prohibir el uso de internet a la población e incluso a vigilarla y hostigarla por este medio, como lo hizo el gobierno chino con los blogs de los escritores disidentes Tsering Woeser y Wang Lixiong por los comentarios de éstos en favor de la independencia del Tíbet. “La pareja se encuentra bajo arresto domiciliario desde el inicio de los disturbios, el pasado 10 de marzo”, escribe la escritora mexicana Eve Gil, y continúa:
La censura en internet se ha extendido a los mensajes SMS con la colaboración —¿complicidad?—, ¡claro!, de empresas como Yahoo y Google. China cuenta con el sistema de filtro y censura con mejor tecnología y de mayor alcance del mundo, y gracias a esto ha llevado a la cárcel a por lo menos medio centenar de usuarios [“China reinventada”, Replicante magazine, issue 16.]
Otro ejemplo de rampante desprecio a la libertad de expresión de los ciudadanos tiene lugar en Cuba, en donde un mínimo porcentaje de la población tiene computadora y acceso a internet. En un informe de la organización Reporteros Sin Fronteras puede leerse que:
A pesar de que es verdad que en Cuba existen dificultades para establecer conexión con Internet, resulta muy difícil creer que www.desdecuba.com lleve diez años enfrentándose con simples problemas técnicos. Este tipo de restricción va en contra de las recientes medidas adoptadas por las autoridades para facilitar el acceso de los cubanos a los medios de comunicación, y entre ellos a la Red. Porque una cosa no puede existir sin la otra. Las muestras de apertura que ha dado Raúl Castro deben incluir mayor libertad de expresión. Y añade que: Desde el 20 de marzo de 2008 no se puede acceder a la plataforma www.desdecuba.com a partir de conexiones públicas, disponibles en los cibercafés y en los hoteles. Las escasas conexiones privadas, utilizadas por motivos profesionales o de forma clandestina, tardan al menos veinte minutos en cargar la página de entrada. Resulta imposible hacer comentarios, y también moderarlo.1
La red de internet en Cuba está controlada férreamente por el Estado. Hay una única red que da acceso a una dirección electrónica y permite enviar correos electrónicos fuera del país, pero no navegar por internet, de acuerdo con el informe de Reporteros Sin Fronteras.
La conexión a la red internacional, que es tres veces más cara, permite acceder a sitios informativos extranjeros, como los de la BBC, Le Monde o el Nuevo Herald (diario en español de Miami). Pero si se escribe “google.fr” le dirigen a uno a las páginas del periódico oficial de Cuba (Granma) o a las de la agencia Prensa Latina.
No es de extrañar que Cuba figure en la lista de Enemigos de Internet publicada por Reporteros sin Fronteras el 12 de marzo de 2008.
Uno de los blogs más populares de Cuba, y ahora del mundo pues ha merecido el Premio Ortega y Gasset 2008 de Periodismo Digital, es Generacion Y. de Yoani Sánchez, en el que esta joven comenta de manera sencilla cuestiones de la vida cotidiana en la isla de Castro ilustradas con tristes fotografías de edificios derruidos, policías en busca de homosexuales, medidores de luz destartalados y las alegrías eventuales del carnaval. Paradójicamente, Yoani no tiene computadora en casa...
Así, la tecnología digital y sus ventajas no son para todo el mundo, a pesar de su vertiginoso crecimiento. En este sentido, es lamentable que millones de chinos y cubanos carezcan de acceso total e irrestricto a la red de información, educación y entretenimiento más importante y decisiva en la historia de la humanidad, pero también lo es que se vean privadas de ella millones de personas en África y America Latina que habitan en países democráticos —o en camino de serlo— debido a la pobreza, el desempleo y a la ausencia de políticas educativas y de desarrollo científico y tecnológico avanzadas. La tecnología digital puede cambiar positivamente al mundo, pero ésta sólo puede florecer en un ambiente de libertad, respeto y prosperidad económica. Ya hemos vivido suficientes guerras. Si los medios son las extensiones del hombre, como decía McLuhan, en el siglo digital las nuevas tecnologías deben estar al servicio del crecimiento y el desarrollo pacífico de mujeres y hombres de todo el planeta. __ 1. www.cubanet.org/CNews/y08/abril08/01inter6.html
Rogelio Villarreal Agosto, 2008
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Rogelio Villarreal es autor de El dilema de Bukowski (Ediciones Sin Nombre, 2004) y de El periodismo cultural en los tiempos de la globalifobia (Conaculta-Ediciones Sin Nombre, 2006); es escritor y editor de la revista Replicante.
Como siempre, por favor pongan sus comentarios en nuestros foros.
http://www.zonezero.com/editorial/agosto08/agosto08.html
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