Álbum de familia |
Escrito por Pedro Meyer |
Fue en 1940 que mi madre tomó esta foto de mí parado enfrente de mi padre, Ernesto, ambos con las manos en los bolsillos; la fotografía llevaba ya mucho tiempo en el álbum familiar cuando la redescubrí recientemente. Hoy, además de mi primer hijo Pablo, que ya roza los cuarenta, tengo un segundo hijo, Julio, de cinco años de edad. Después de ver la foto en el álbum, le pedí a mi esposa Trisha que nos tomara una foto a Julio y a mí exactamente en la misma posición en la que aparecemos mi padre y yo en aquella imagen más vieja, de pie en un parque en la ciudad de México.
Demasiada gente asocia las computadoras y la fotografía con la aplicación de filtros a una imagen, que en esencia casi nunca aporta nada más que confusión a lo que la mayoría de las veces es una foto pobre. Los filtros pueden ser herramientas maravillosas, excepto cuando se nos imponen con una actitud de obviedad que no deja nada a la imaginación o a la creatividad. En una época de comida instantánea, de casi todo instantáneo, existe esta fantasía de que uno también puede generar arte instantáneo; simplemente haciendo click sobre la herramienta-filtro de nuestra elección, lo cual vuelve la imagen un revoltijo incoherente de pixeles dislocados. El que se use una variedad infinita de filtros disponibles sin ningún juicio crítico detrás, explica en parte porque no es muy probable que surja algo más interesante de este proceso.
Al contrario de semejantes juegos sin sentido, la computadora nos permite explorar innumerables posibilidades en el ámbito de la imaginación y en la exploración del tiempo y el lugar. Tomen por ejemplo la fusión imperceptible del pasado y el presente en nuevas imágenes que incluso transmiten nuevos significados que los que aporta cada parte del todo individualmente.
El ejercicio de hojear el álbum familiar y mirar el pasado no es para muchos de nosotros una experiencia fácil. Esto tiene que ver en parte con volver a ver la imagen de seres queridos que han fallecido. En parte tiene que ver con el recuerdo de momentos que a veces quisiéramos olvidar. O de hecho con momentos maravillosos que hace mucho que ocurrieron y que por tanto extrañamos. Por una u otra razón, ver viejas fotos de familia es generalmente una experiencia emotiva. Por esto mismo, existe el potencial de obtener nuevos trabajos muy fuertes que resultan de reciclar momentos pasados en significados nuevos.
Tomen por ejemplo la imagen "padres e hijos" que se presenta aquí. En esta foto, yo bien pudiera ser el padre de mi propio padre ya que la diferencia de edad entre nosotros permite hacer esa consideración. En este caso, yo acabaría siendo mi propio abuelo, o para el caso, el bisabuelo de mi pequeño Julio. Pero entonces también existe otra posible lectura: que Julio y yo fuéramos hermanos. A Julio, al ver la fotografía, se le ocurrió incluso otra versión, a saber, que la imagen había sido tomada tanto por su madre como por la madre de su padre. En esencia lo que estamos contemplando es la continuidad de la vida entre generaciones, sólo que en esta imagen la línea de tiempo no es lineal como suele ser debido a que yo tuve un hijo ya grande. Semejante "confusión cósmica", como la llamaría mi amigo E. Beardsley, hace que nuestra atención se centre con emoción profunda en las que son nuestras expectativas habituales. Nunca antes hemos sido capaces de crear representaciones visuales de semejantes asuntos con tal soltura como hoy día. Aquí descansa a mi parecer uno de los campos más interesantes para la exploración fotográfica.
En lo que a la psicología se refiere, me imagino que los terapeutas podrían hacer uso de esta nueva y potente combinación: fotografía y computadoras. El arte de modificar y alterar la historia personal propia a través de las imágenes, mover y jugar con el lugar que ocupan parejas, padres, hijos, hermanos etcétera, en el encuadre de una imagen, puede ofrecernos sin duda nuevas perspectivas sobre nuestras historias personales. De las ciencias sociales al paisaje político, semejantes alteraciones también nos pueden permitir, a la luz del presente, volver a mirar el pasado con nuevas ideas y direcciones. Mezclar el pasado y el presente representa más que la ociosa noción de cortar y pegar asociada a los marcos de tiempo más lineales que encontramos en expresiones artísticas anteriores. Consiste más bien en una entrega más sutil y matizada de una conciencia en varios niveles; una nueva conciencia de cómo percibimos datos y líneas temporales y de cómo nos enfrentamos a nuestro presente en relación con sucesos pasados y futuros.
Hace unos días estuve trabajando haciendo una entrevista en video con dos ex-Jesuitas que conocí hace como treinta años mientras tomaba fotografías en una zona muy pobre de la ciudad de México. Me di cuenta de cómo se había comprimido el tiempo; su historia de tres décadas quedaba reducida a escasas pocas horas de filmación. Particularmente emotiva fue la revelación que hizo uno de ellos acerca de cómo en ese tiempo todos pensaban que su esfuerzo por ayudar a esa gente que vivía en aquellos barrios había sido inútil. Tanto, que él, al dejar la orden de los Jesuitas por un sentimiento de frustración, se unió a la guerrilla centroamericana. Con eso tampoco logró nada, o así le pareció en ese entonces, en cuanto a mejorar el nivel de vida de aquellos para quienes peleaba. Platicábamos sentados exactamente en la misma zona que en el pasado no contaba con ni una sola calle pavimentada, ni electricidad, agua o drenaje, ni casas más que casuchas de cartón. Sosteníamos la entrevista en un departamento del tercer piso de un edificio muy decente aunque modesto, en el lugar donde antes uno no encontraba más que la pobreza más miserable. Y mientras transcurría la conversación llegábamos a una nueva perspectiva: que en efecto, mucho había estado cambiando en todo este tiempo, y para bien, sólo que nadie había tenido la paciencia de considerar que el largo plazo (treinta años) fuera un marco de tiempo aceptable para el cambio social, y por ello había transcurrido en su mayor parte inadvertido. Del mismo modo ocurre que a menudo no nos percatamos de los cambios que les acontecen día a día a nuestros familiares más cercanos.Todo esto está ahora abierto a nuevas perspectivas al permitirnos mirar el pasado y el presente dentro del mismo encuadre.
Creo firmemente que si seguimos explorando cuestiones relacionadas con el "tiempo", y utilizamos la fotografía y las computadoras con ese fin, descubriremos una variedad infinita de hilos que conforman nuestra vida presente, y en el proceso crearemos nuevas y emocionantes imágenes!
Pedro Meyer Coyoacán México
Sitios interesantes sobre el tema de álbum de familia: http://www.nextexit.com/drivein/driveinframeset.html
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