Revisado en la frontera de Gran Bretaña en busca de pornografía del Internet en una Apple PDF
Escrito por a letter by Kenneth Neil Cukier   

 

una carta de Kenneth Neil

 

Article

Pedro,

Gracias por la invitación para compartir este artículo con los lectores de ZoneZero, sobre la experiencia que tuve al ser revisado por la aduana de Gran Bretaña en busca de pornografía. En un editorial reciente, tú hablaste de cicatrices y de la responsabilidad de los fotógrafos: hacia el sujeto que se fotografía como hacia un llamado más sublime, el arte en sí. ¿Qué hay sobre aquellas cicatrices invisibles, sobre las que preguntas, tan difíciles de capturar en 35 mm? Esta es una pregunta con la que los escritores también se confrontan. En nuestro caso, las palabras son los rastros de experiencia que dejamos trás nosotros. Son menos tangibles que las impresiones de un fotógrafo, sin embargo dejan diferentes impresiones. ¿Cómo atrapar la cicatriz en tinta? Aquellas cicatrices invisibles que deben descubrirse por medio de la introspección, en el silencio de la página en blanco, de la pantalla de la computadora.

 

Apenas unas horas después de que esta historia se transmitió en Internet, recibí un número increíble de e-mails de gente que me extendía su apoyo. Estoy seguro de que es una forma digital de curación de la naturaleza. Estoy contento de que la historia ahora encuentre un mayor público con los lectores de ZoneZero, entre los cuales me cuento yo. Es especialmente importante que el artista, y no sólo el político, piense en estos asuntos. Si es que se nos vamos a librar de políticas gubernamentales tontas, yo coloco mi fe en el fotógrafo --el registrador de cicatrices-- ante los burócratas de hoy.

 

Adelante,

Kenn

 

Hay días en que el pelo nada más no se acomoda, y otros en que ves el conjunto de los valores occidentales desde la Ilustración anulados en un instante por un solo funcionario desalmado. He aquí lo que me sucedió el viernes pasado al arribar a Londres desde París por el Eurotúnel:

Mientras pasaba migración en Gran Bretaña, dos tipos me apartaron a un lado, me mostraron sus placas, y dijeron:

-Aduana de Gran Bretaña. Acompáñenos-. Me llevaron detrás de un muro, donde me entregaron a uno de una serie de escuadrones de agentes a la espera.

Una oficial de aduana me dijo que colocara la bolsa con mi computadora sobre la mesa e inspeccionó mi boleto y mi pasaporte. Después de enterarse de que era periodista, exigió ver mi credencial de prensa (expedida por el Ministerio Francés de Asuntos Exteriores), y me preguntó hacia dónde me dirigía en Londres, por qué y por cuánto tiempo.

- ¿Sabía Ud. que hay cosas ilegales que no puede introducir a Gran Bretaña?- me preguntó.

- Ah, sí...Hay muchas cosas que es ilegal pasar por las fronteras –¿tiene en mente alguna en particular ? - le dije.

- Drogas ilegales, armas de fuego, materiales para hacer bombas, material pornográfico lúbrico y obsceno...

Sentí un torrente de alivio. Estaba retrasado y ahora tenía la seguridad de que podría continuar con mi viaje.

- No cargo con nada de eso -le respondí, mirándola directamente, en un tono honestamente serio.

- ¿Aquello en su bolsa es una computadora?

- Sí.

- ¿Tiene Internet?

En este punto, confieso, no supe realmente qué contestar. ¿Qué es lo que uno responde a una pregunta como esa? Me quedé atontado.

-Bueno sí, uso la computadora para entrar al Internet, - dije, más bien orgulloso de mi exactitud.

- ¿Contiene algún tipo de pornografía? - dijo ella estoicamente.

Entonces me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Pero estoy mentalmente paralizado por todas las sinápsis chispeando a la vez en mi cabeza. ¿Es que no comprende ella que el contenido del Internet se distribuye en el mundo entero? Que yo sólo marco un número local, sea en Francia o Inglaterra, y que cruzar una frontera no afecta lo que yo pueda acceder.

- No hay pornografía guardada en el disco duro -declaré.

- ¿Le importa si lo verifico? - me dice más que preguntarme, y comienza a sacar la computadora de la bolsa. -Simplemente la voy a enchufar allá atrás y voy a revisar el disco duro. - continúa.

Y entonces su rostro se torna severo:

- Oh, es una Apple. - dice desanimadamente. Nuestro scanner no funciona con Apples.

Para entonces se me han acumulado demasiadas cosas, demasiado rápido para poder manejar la situación. Desde ver cómo se me arrancaba de mi privacía con un enema para computadoras, dejándome sin piso, a una vuelta de hoja inmediata, y el atestiguar los tropiezos de mis opresores en la papilla de su propia incompetencia, todo era simplemente más de lo que podía aguantar.

Luego, por supuesto, como que disfruté la ironía de todo aquello. Pasé a hacerme el ingenuo:

- Oh, bueno -dije, y comencé a empacar mis cosas-, ¿por qué no?

- No sé. Simplemente no lo hace - dijo.

- ¿Es una cosa común esto que usted hace, revisar computadoras?

- Sucede bastante a menudo -dijo (Nota: escribí este diálogo completo inmediatamente después del incidente, pero esta cita en particular la transcribí en el momento en que nos separamos, para tenerla exacta).

- ¿Agarra a muchos?

- A veces - me dice con cautela.

- ¿Cuál es la multa? ¿La pena? -pregunté.

Se empezó a poner incómoda y trataba de hacerme ir.

- Depende. Cada caso es diferente. Depende de lo que traigan.

- ¿Qué pasaría si mis archivos estuvieran encriptados? ¿Ud. también lo verifica? -dije, desdeñando el hecho de que ella pudiera revisar la computadora "a mano", dado que yo había mencionado la temible palabra...

- ¿Eh? Yo no sé nada de eso...

- ¿No sabe Ud. qué es la criptografía? - le pregunté.

- No. Gracias, ya se puede ir -me dijo.

Y así fue como terminó mi experiencia con la inspectora "K. PARE_," cuya etiqueta con el nombre tenía rasgadas una o dos de las letras finales de su apellido.

Por supuesto que estaba rabiando. Muchos pensamientos cruzaban mi mente.

Por ejemplo, ¿le habría dejado inspeccionar mi disco duro, incluso sabiendo que era "inocente"? Eso, por supuesto, me era enteramente irrelevante -- se trataba de un principio. Pensé en mi editor --o ex editor-- si es que no llegaba a tiempo a la junta que duraba todo un día. E inmediatamente pensé en John Gilmore, y de cómo lo respeté cuando hace un par de años se rehusó a abordar un avión cuando la aerolínea le exigió que presentara algún tipo de identificación. ¿Es que había yo cedido a su gamberrismo mental?

Apenas me di cuenta de que estaba a "salvo" de ser revisado, me surgió la tentación de sacar mi cuaderno de notas, comenzar a actuar como reportero y hacer una pequeña escena obteniendo nombres y a superiores y permisos formales de cualquier tipo...pero sospeché que eso sólo haría que me encerraran en un cuarto por un día entero.

Luego pensé en cómo, pese al celo kafkiano por abusar de mi privacía, ni siquiera pudieron hacer eso bien. No sólo no tenían idea de lo que era el Internet, sino que confirmaron su ignorancia al no ser capaces incluso de atraparme digitalmente. ¡Insulto sobre la injuria! Me recordó de algo que una vez me dijo John Perry Barlow acerca de porque no le teme a las agencias de inteligencia estadunidenses:

- Las he visto desde adentro, -me dijo (como lo recuerdo)- ellos sufrirán bajo el peso de su propia ineptitud.

Lo que se encuentra en la médula de esto es el "crimen de pensamiento"; y el registro de la propia computadora equivale a la búsqueda y apropiación de la actividad intelectual de uno. ¿Qué pasaría si encontraran literatura subversiva acerca del papel adecuado de la autoridad del gobierno en la sociedad civil? ¿Me habrían encerrado por eso? ¿Y almacenan lo que encuentran en las computadoras? ¿Aceptarán ejecutivos de negocios que tienen estrategias de mercado que se les inspeccionen sus datos, bajo el argumento de la lucha de la seguridad pública contra la pornografía?

Justamente la noche anterior leí en las memorias de William Shirer, quien escribió The Rise and Fall of the Third Reich , cómo estuvo inscrito en una lista negra durante una década después de que su nombre fue citado en Red Currents (Corrientes rojas), una revista que destruyó cientos de carreras durante la era McCarthy. No podía defenderse.

Veo paralelos: nos estamos acercando al punto en que somos incapaces de formular un discurso razonable sobre el contenido del Internet. Rehusarse a ser inspeccionado significa que tienes algo que esconder. Defender las libertades civiles de los acusados significa que condonas los actos ilícitos. Cuestionar la naturaleza de las políticas de censura significa que eres tan sucio y malsano como cualquier devorador de porno de mirada astuta. Hay que enunciar lo obvio: que gran parte de la motivación detrás de la regulación del contenido de la Red está dirigida por mercachifles en busca de reconocimiento, y que es llevado a extremos idiotas por un movimiento masivo de simplones ignorantes de la historia de la histeria en Estados Unidos y, bueno, tú eres simplemente un típico ciberlibertador sin ley.

Finalmente, entendí. Esto de ningún modo era una aberración, sino parte de una tendencia mucho más profunda. Es una cosa inglesa, realmente.

"- Como se podrá suponer, no he tenido el tiempo ni, me permito agregar, la inclinación de leer el libro completo - escribió Sir Archibald Bodkin, el director de procesos públicos, el 29 de diciembre de 1922-. No obstante, he leído de la página 690 a la 732...tal como están escritas, como era de esperar de una mujer más o menos analfabeta y vulgar...hay una gran cantidad de suciedad y obscenidad implacable."

Y así es como el Ulises de James Joyce fue prohibido en Gran Bretaña durante 15 años.

Interesante, que la regla haya sido creada por un tipo que de hecho no leyó la obra cuya lectura se sintió justificado a prohibir a los demás. ¿Me pregunto si los tipos que instrumentaron la política de la revisión en busca de pornografía hacen de hecho uso del Internet...?

Kenneth Neil Cukier

Singapore, 11 de agosto de1998

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(No, no me detuvieron acá los oficiales de la aduana. Pero este e-mail fue enviado a través de servidores proxy del Gobierno)

 

Kenneth Neil Cukier es editor jefe y corresponsal en París para Communications Week International y cubre arquitectura, economía y políticas públicas del Internet. Antes de entrar a trabajar a CWI, en noviembre de 1996, editaba el sitio en la Red Sarajevo Online. De 1992 a 1996 trabajó en el International Herald Tribune.

 


 


 

 

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