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Curaduría de Rogelio Villareal

Durante la década de los sesenta, la juventud de muchas partes del mundo expresaba su inconformidad ante el orden prevaleciente y buscaba nuevas libertades y formas de ser. Aunque en México fue peculiar la manera en que se desató la revuelta estudiantil, logró consolidarse como un movimiento auténtico. “El sesenta y ocho” mexicano aún trae el recuerdo de las marchas, la música rock, las pancartas, el ejército y los granaderos, la supuesta amenaza comunista, las XIX Olimpiadas, la matanza de Tlatelolco, la respuesta civil, los presos y desaparecidos, la consigna “¡2 de octubre, no se olvida!”.

Pedro Meyer asistió como ciudadano y testigo gráfico de estos sucesos. Con su cámara analógica logró 1,140 fotografías en blanco y negro; algunas fuera de foco, «producto de prisas, empujones y carreras» —apunta Rogelio Villarreal en su texto, donde, a manera de crónica, va describiendo los hechos y el ambiente que se vivió desde el 22 de julio de 1968. Quizá esto último, el ambiente, es lo que el curador más destaca en las imágenes de Meyer: cómo «dejan ver, cuadro a cuadro, una juventud entusiasta, hasta cierto punto candorosa y esencialmente sana»; además de constatar la unión de una sociedad que se fortalecía.

 
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