Más que una retrospectiva, Herejías es una prospectiva. Su horizonte no es el pasado, sino el porvenir. Tampoco se trata de una simple exposición, sino de un dispositivo: cierto conjunto heterogéneo de discursos, instalaciones, rasgos, hechos y procedimientos materiales y simbólicos que, más que exhibir un corpus, nos confronta con todo aquello que su artífice ha mirado a lo largo de su vida, redistribuyéndolo y convocándonos a observarlo una y otra vez, siempre de nuevo. Pedro Meyer tampoco es un fotógrafo y artista entre otros: es un emprendedor, un polemista y un institutor, cuyas diversas facetas se vigorizan recíprocamente aún más de lo que se contradicen. ¿Cómo abordar aquí a a este creador y su trabajo sin soslayar su amplitud y complejidad?