Aprender a no fotografiar fue una de las enseñanzas que Raúl Ortega sacó de los indígenas. Le impidieron usar la cámara. “Viajé mucho, negocié intermi- nablemente y, en ocasiones, no me dejaron tomar fotografías. A veces podía ser testigo, a veces ni eso”. Raúl se desesperó. Veía hechos que lo emociona- ban, pero tenía prohibido sacar la cámara. Era muy desmoralizador. Una parte del corazón de Raúl se puso muy contenta de estar ahí pero otra se encogió porque, al final de cuentas, las imágenes son la cosecha del fotógrafo y difícil- mente se repiten.