Le lapin est mort… El conejo está muerto… por Gustavo Prado
En el siglo XIX una de las grandes discusiones de la biología era que si las características de cambio podían heredarse a los descendientes, o si por el contrario la matriz de la transformación era fortuita. En realidad lo que estaba en discusión era un asunto más sutil y tenía que ver con la capacidad de nuestra percepción, de adjetivar a los seres animados con características humanas, que a la vez que reflejaban las nuestras propias, establecían una distancia de nuestra Humanidad vs. Animalidad. Las pruebas de viabilidad y transformación eran más el reflejo de la voluntad de querer ver en ellos lo que el esfuerzo, el desgaste y sacrificio esperamos en nosotros –que el trabajo lleve a la mejora, que el adorno abra la puerta a la belleza y que de la mano de ambos venga colgado el amor… Cuando Kenia Nárez está trabajando con estos pequeños animales ‘intervenidos’ más que un ejercicio en el ‘gore’ –que sólo la lectura superficial podría invocar- siento que estamos viendo un juego de enunciación en el tenor a lo anteriormente descrito. Conejos y en su momento la ropa de ellos mismos, cobran una vida interna. Esa vida interna burlona en el afterlife, que con humor extraordinario recuerda la canción inglesa para niños que dice:
The rabbit has a charming face:
Its private life is a disgrace
I really dare not name to you
The awful things that rabbits do;
Things that your paper never prints -
You only mention them in hints.
They have such lost, degraded souls
No wonder they inhabit holes;
When such depravity is found
It only can live underground. |
El conejo tiene una carita agraciada
pero su vida privada es una desgracia.
Realmente no puedo ni decirte a tí
Las cosas horribles que hacen los Conejos;
Cosas que no pueden ni imprimirse
Que solo se dicen en susurros.
Almas perdidas, tienen, degradadas son
Que a nadie sorprende que vivan en hoyos;
Cuando uno ve tal depravación,
solo puede vivir bajo tierra. |
Anónimo 1925
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Pícaros y enojosos los conejos en las fotos, más que los posicionamientos clásicos de la construcción fotográfica, no están puestos para la mirada del fotógrafo, sino que de hecho tienen la actitud que encontramos por ejemplo, con la pintura de El niño de azul de Thomas Gainsborough. Un personaje que aunque pareciera estuviera posando para el pintor, en realidad tiene la actitud de estar posando para sí mismo ante un espejo. Y gesticulando y cambiando de apariencia sufren la sorpresa momentánea de verse reflejados –a través de la fotografía- en una imagen desconocida para ellos mismos:
Humanizados y con características tanto emocionales como generacionales –se visten con el típico traje que las niñas usan desde los mil ochocientos- subrayan lo que de hecho son las características que en la vida real ponen en duda la singularidad del Homo sapiens, por ejemplo, las jóvenes parejas leporinas comienzan la vida común en una humilde madriguera pero conforme van ascendiendo en la jerarquía, van cambiando de manera sucesiva a mejores cuarteles. Son esencialmente monógamos, con enredos ocasionales cuando se presenta un ejemplar atractivo. E inclusive los aparejados permiten que sus crías permanezcan viviendo con ellos después de la adolescencia, si es que continúan siendo dóciles y aceptan su estatus subordinado.
En alguna ocasión anterior, Kenia ya había presentado series fotográficas en las que pequeños objetos femeninos o grandes acercamientos a un cuerpo –asimismo femenino esbozaban un vocabulario visual de ritos de paso, en el que el espectador se asomaba –literalmente- a través del ojo de buey del viñeteo, a un erotismo en ciernes por la edad, pero que dejaba ver la articulación que en este momento está tomando su trabajo.
En el extremo más fácil de agarrar, probablemente la lectura le sitúe en el lugar común de la iconografía Alicia en el país de las maravillas. Pero en los ecos y conexiones que puede suscitar su obra con otros textos, con otros imaginarios, asistimos a una articulación discursiva que más allá del capricho; está echando a andar el galope de un sistema de imágenes particularizado, evocador y consciente del momento que le toca en la creación.
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