Envejecer PDF
Escrito por Pedro Meyer   

 

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Al dar la bienvenida al año 2011, parece que ya casi estamos en el mundo del mañana, y todavía tantas cosas nos vinculan a como hemos sido siempre.

 

Por supuesto, ya tenemos la Internet que hace algunos años no era parte de nuestras vidas, y, por supuesto, tenemos redes sociales que tampoco estaban presentes en nuestras vidas antes, y ni qué decir de la posibilidad de hacer llamadas de larga distancia casi gratuitas a todos mis amigos alrededor del mundo.

 

Sin embargo, el proceso de envejecer no ha cambiado para nada. Tal vez hoy en día tardamos más en marchitarnos, pero marchitarse, a pesar de todo, es parte de nuestra existencia. Así sucede con la naturaleza a nuestro alrededor o con nosotros mismos. Sí, las plantas, con los cambios climáticos, se mueven a un territorio inexplorado, pero no viven para siempre, como tampoco lo hacían antes.

 

Antes yo solía guardar toda mi correspondencia en fólders, es decir, estoy hablando de la era análoga. Conservo todas las cartas de amigos y familia, las cuales han sido cuidadosamente apiladas a lo largo de los años.

 

Debo reconocer que el volumen de correspondencia ha aumentado exponencialmente en la era digital, pero lo que en algún momento creí que sería una solución muy sencilla, guardar los archivos para recuperarlos después como lo hice con mi correspondencia de la era análoga, resultó ser una utopía.

 

Mis archivos digitales de finales de los noventa están prácticamente perdidos. Como los procesadores de palabras han sido reemplazados con nuevas generaciones y funcionalidades, los archivos ya no pueden leerse. Estoy seguro de que algún equipo de alta tecnología podría encontrar la manera de liberar esa información, pero, ¿a qué costo?

 

Con el paso de los años, al cambiarme y moverme de una computadora a otra, lo que pensaba que era una solución sencilla, como mover los muebles de un lugar a otro, como cuando uno se cambia de casa, distó mucho de ser una actuación estelar.

OK, pude mover el escritorio; pero, ¡ay!, ¿dónde quedaron los cajones que tenía el escritorio y su contenido? Parecen haberse ido a otro mundo.

 

Hoy en día, con tanto movimiento entre computadoras y entre programas, y ahora entre éstos y las redes sociales, ya no puedo ni siquiera recordar si el mensaje que envié fue en FaceBook, email, gmail, ichat, o más. No me acuerdo si respondí desde mi teléfono celular, desde mi iPad, mi laptop o mi computadora de escritorio. Todo parece haberse ido a un mundo de dispersión. En verdad espero que muy pronto podamos concentrar toda esa información de nuevo, en una nube, aunque el mensaje se haya originado en cualquier máquina que haya tenido a la mano en un momento determinado. Una vez más, Control-F puede resultar útil en una situación como esta.

 

En ese sentido, envejecer es algo bueno, en que cualquier proceso necesita madurar antes de poder llegar a la etapa de volverse más eficiente o práctico. Como Charles De Gaulle escribiría: “Nada dura a menos que se renueve incesamente.”

 

Creo firmemente que envejecer es precisamente eso, la necesidad de renovarlo todo. Tendemos a ver la vejez como esta necesidad de aferrarse a algo, probablemente a la vida. Cuando, de hecho, la vida florece precisamente cuando no nos aferramos a ella, y se renueva constantemente.

 

Probablemente la contradicción deriva del hecho de que quizá tenga que perder para que alguien más gane en algún lugar, y no nos encanta la idea de perder. Como esto va a suceder, sin importar mi mejor opinión, pienso que podríamos evitar desperdiciar momentos valiosos persiguiendo falsas esperanzas que por alguna razón no van a materializarse, y en vez de eso, concentrarnos en la naturaleza constructiva de envejecer, vista desde una perspectiva más amplia que solamente la del Yo, como un individuo.

 

Si logro verme a mí mismo en un concepto más grande del mundo en general, quizá no tendría la sensación de estar sujeto a una proposición perdedora, sino más bien de lo contrario. Mi destino está ligado a una naturaleza universal, como el yogui le dijo al vendedor de hot dogs: “Deme uno con todo”.

 

 

Pedro Meyer
Coyoacán, Ciudad de México
Diciembre de 2010

 

 

 
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