La Iglesia de las armas PDF
Escrito por Jennifer Clement   

 

I

 

El otoño pasado, durante una visita a Estados Unidos, decidí ir a la NRA (Asociación Nacional del Rifle) en Washington D.C., pues sabía que la organización había construido en su sede central un museo, el Museo Nacional de las Armas de Fuego. La NRA es el grupo de presión más poderoso de EE.UU., cuenta con 4.3 millones de miembros. En su página web, esta organización expone que aunque no se disponga de un recuento exacto, en los Estados Unidos existen aproximadamente, según algunos cálculos, entre 60 y 65 millones de propietarios de armas, de los cuales 30 o 35 millones poseen pistolas. De acuerdo con las encuestas, al menos el 45% de los hogares americanos tienen armas de fuego. En el museo, me vino una palabra a la cabeza: fetiche, una palabra que significa literalmente: "algo reverenciado irracionalmente". Para una gran parte de la población americana, las armas de fuego son objetos reverenciados irracionalmente. El museo es un lugar de culto que proclama que un arma equivale a libertad. Este museo es una “Iglesia de las Armas”.

 

El museo tiene más de 2,000 tipos diferentes de objetos para atacar. La muestra abarca un período que va desde el año 1350 hasta nuestros días. Hay armas que han sido utilizadas en películas de Hollywood y que pertenecieron a gente como John Wayne o Charlton Heston; está la pistola de un policía encontrada medio fundida entre los escombros de las Torres Gemelas del atentado del 11 de septiembre; también hay armas que pertenecieron a presidentes de EE.UU.

 

El museo está dividido en pequeñas salas, como las capillas en las iglesias. Una de ellas muestra la habitación “típica” de un niño de los años 50. El dormitorio está lleno de motivos bélicos, incluyendo una colcha de franela roja con dibujos de pistolas, cómics que muestran rifles, y revólveres y fusiles de juguete marrones y negros. Hay una sala dedicada a carabinas de caza, en honor a las armas utilizadas por los cazadores en África.

 

El apoyo a las armas está vinculado a la Segunda Enmienda (Enmienda II) de la Constitución de Estados Unidos, la cual forma parte de la Declaración de Derechos de Estados Unidos que protege el derecho a estar armado. Dicha enmienda establece lo siguiente: “En una milicia bien regulada, siendo necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho del Pueblo a poseer y llevar armas no será infringido”. En la práctica de ésta reverencia sagrada hacia las armas de la Asociación Nacional del Rifle y del museo, y en el discurso de los políticos de derechas y de la Christian Far Right (extrema derecha cristiana), nadie habla sobre el negocio y el lucro que existe tras la venta de armamento. ¿Cuál, por ejemplo, es el beneficio anual de las armas vendidas en México al ejército, a la policía y a los carteles? ¿Quiénes son los accionistas de esa empresas?

 

En la página web de la Campaña Brady para Prevenir la Violencia Armada, uno de los grupos anti-armas de fuego más activos de EE.UU., existe un rastreador continuo que lleva un registro de las personas agredidas con un arma de fuego en los Estados Unidos. Este año el número ascendió a 79,898. Hoy, 24 de septiembre del 2010 —al escribir éste artículo— han sido baleados 89 personas. ¡No obstante —mientras escribo esta frase— ha subido hasta 99! Cada día muere un porcentaje de 81 personas debido a disparos por armas de fuego y muchos, muchos más, son heridos. Cada cuatro o cinco años, la Campaña Brady para Prevenir la Violencia Armada actualiza las estadísticas mundiales de muertes debidas a pistolas y rifles. En el año 2007, las armas mataron a 17 personas en Finlandia, 35 en Australia, 39 en Inglaterra y Gales, 60 en España, 194 en Alemania, 200 en Canadá y 9.484 en Estados Unidos.

 

Pedro Meyer

 

II

 

Cuando miro las imágenes de la Tierra tomadas desde el espacio, siempre espero ver las fronteras de cada país hendidas en la propia tierra. Aunque las fronteras no puedan verse, conocemos los profundos cortes que han despedazado nuestro mundo y las trazamos mentalmente. Una línea que siempre imagino es ése terreno donde se encuentran México y Estados Unidos. La longitud total de la frontera es de 3.169 Km., de acuerdo con las cifras proporcionadas por la Comisión Internacional de Límites y Agua de EE.UU., y es la frontera internacional más transitada en el mundo. Se estima que anualmente la cruzan alrededor de 250 millones de personas. Las drogas cruzan ésta frontera. Las armas cruzan ésta frontera. En noviembre del 2008 se llevo a cabo uno de los mayores decomisos de armas de la historia mexicana en una casa de seguridad del crimen en Reynosa, Tamaulipas. El ejército encontró 540 rifles de asalto, más de 500,000 balas, 14 cartuchos de dinamita, 98 granadas de fragmentación, 67 chalecos antibalas, siete rifles Barrett calibre 50 de francotirador y un cohete LAW (luz de armas antitanque). El rifle Barrett de calibre 50 es un arma militar increíblemente precisa y poderosa, capaz de traspasar hasta el más pesado chaleco antibalas, de atravesar vehículos de blindaje liviano e incluso de perforar los helicópteros acorazados que suele usar el gobierno mexicano en las operaciones anti-narcóticos.

 

En las áridas tierras fronterizas de los Estados Unidos, en la colindancia con México, existen miles de armerías. Se calcula que al menos hay 6.600 comerciantes con licencia para vender armas en esa línea. La “Iglesia de las Armas” tampoco tiene un salón sobre las muertes por armas de fuego de EE.UU. ocurridas en territorio mexicano. No hay una “capilla” de México, donde se calcule que el 90 por ciento de las armas han llegado a este país transportadas de contrabando desde la Unión Americana. En México, el gobierno confisca tantas armas que ya trituradas se usan como relleno de las carreteras que rodean las barracas del ejército. AK47s, pistolas, cañones de rifle, gatillos, miras telescópicas y cargadores están enterradas bajo el asfalto negro y aceitoso. Bajo los árboles de jacarandá, bajo los pirules, bajo mis pies, las carreteras son cementerios de crímenes pasados.

 

En la página web Google Earth, observo en una mirada desde el espacio el aspecto de la frontera EE.UU./México. En el sitio manipulo las fotografías y veo a larga distancia los países con la vista del satélite. Pienso que México tiene una forma extraña y hermosa, como un cuerpo acurrucado sobre un brazo. La forma cambia mientras me voy acercando y acercando hasta que Google Earth me permite llegar con el zoom a Cuidad Juárez. Desde la vista aérea de mi computadora miro las manzanas de la pequeña urbe, los edificios, la plaza principal y la catedral a un lado. Ésta es la ciudad donde las madres pintan cruces en los postes de luz de cemento en recuerdo de sus hijas perdidas o muertas.

 

Mientras muevo el cursor veo la frontera actual entre México y Estados Unidos. Veo el río y los puentes. En el lado mexicano, hay varios edificios grandes que sé que son almacenes. En el lado norteamericano, sé que esas hileras de tejados ordenadas como casas en realidad son miles de armerías que se alinean en la frontera, fila tras fila, milla tras milla, autopista tras autopista, “from sea to shining sea”.

 

III

 

En la “Iglesia de las Armas” no había ninguna referencia a la masacre de estudiantes de la escuela preparatoria Columbine, Colorado, cuando dos estudiantes mataron a 12 compañeros de estudios y a un maestro antes de suicidarse. No hay ninguna referencia a la masacre de Virginia Tech, cuando Cho Seung-hui mató a 32 personas e hirió a muchas más en el Instituto Politécnico Virginia de Blacksburg, Virginia. En la “Iglesia de las Armas” no hay salas sobre la inmensa cantidad de mujeres relacionadas con una historia de violencia doméstica, asesinadas con armas pertenecientes a sus maridos o amantes. No hay “capillas” para rendir honores a todas las muertes accidentales de niños que tienen acceso, en sus hogares, a rifles y pistolas.

 

El Museo Nacional de las Armas también ignora la muerte de los periodistas. El Informe de Misión de 2009 de Periodistas Sin Fronteras (sobre México y sobre la violencia contra los periodistas) concluyó con la siguiente afirmación: “La organización por la libertad de prensa está totalmente convencida de que es imposible solucionar la tragedia a no ser que Estados Unidos imponga controles sobre las armas de fuego”.

 

México se ha vuelto un país donde se practica la forma más perfecta de censura: el asesinato.

 

(Este articulo fue publicado en el suplemento Laberinto del periódico Milenio en Octubre, 2010.)

 

Jennifer Clement

(Presidenta del PEN Club de México)

 

 

 
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