El Pac Man, apuntes sobre la violencia en México PDF
Escrito por Ulises Castellanos   



© Guillermo Arias

 

Mientras escribo estas líneas, hay un balacera en Matamoros que lleva horas y ya cobró la vida de otro reportero local. Al mismo tiempo, suceden bloqueos en las carreteras que llegan a Morelia y al sur, en Acapulco, desentierran 18 cuerpos más de una fosa clandestina. No se trata de Irak, ni de Africa central o los Balcanes, es México en el Siglo XXI.

Nunca imaginé que en mi país llegáramos a este infierno cotidiano. Cuando empecé como fotógrafo, en los noventa, tenía que usar mi pasaporte y salir del país para retratar el dolor y la muerte en ciudades asoladas por una guerra cívil o un conflicto bélico de grandes dimensiones. Hoy basta con tomar una carretera en cualquier dirección y ahí está: la violencia en su máxima expresión.

En los últimos 5 años esto se ha vuelto una verdadera locura, una nota opaca a la anterior. Pasamos de los descabezados en Acapulco en 2006, continuamos con secuestros y extorsiones, el Pozolero, la Barbie, y los Zetas; hasta llegar a historias de reos que salen de noche de su celda, con permiso para matar y regresan a dormir como si nada.

Y las fotografías, ¿quién las está tomando? ¿En dónde se publican? ¿Cuándo terminará está pesadilla?

Mientras me leen, seguro ya cruzamos la frontera de los 30 mil muertos en 4 años. 10 mil sólo en los primeros 10 meses de este año.  Cada uno de los personajes que hoy gozan de impunidad y morirán mañana, ¿tendrán idea de que son como la carita amarilla del Pac Man? ¿No se darán cuenta de que no importa cuantos niveles avancen, al final siempre se los comeran los fantasmas y siempre caerá contundente el “Game Over”? ¿Vale la pena? Serán unos años de dinero, joyas, mujeres y autos, antes de que un fotógrafo se acerque y les haga su última placa. Ahí sabrán que están muertos.

Y nosotros, ¿qué estamos haciendo los fotógrafos para documentar lo que le pasa a nuestra sociedad? ¿Acaso hay opciones? Parece imposible. En una guerra, al menos hay uniformados, reglas, territorios y fronteras. Se sabe con quién hablar y qué salvo-conductos necesitas. Entras y sales con tus fotos y listo. Pero aquí, ¿cuáles son las reglas? ¿Quiénes son los malos o los buenos? ¿Quién ofrece garantías? ¿Se podrá superar el papel actual de ser meros testigos del último narco-mensaje?

Hace poco más de un año, Crhistian Poveda, fotógrafo francés y autor de “La Vida Loca” preguntaba en San Luis Potosí un par de semanas antes de ser asesinado en El Salvador: “¿porqué los fotógrafos mexicanos no le han entrado al tema del narcotráfico?” La respuesta nunca llegó…

El tema es impenetrable, porque es parte de su sobrevivencia. Mezclarse en la sociedad es parte del juego y del engaño. ¿Para qué usar uniformes, si la ropa de civil es perfecta? En Juárez un mini ejército de mujeres cargando bebés eran las extorsionadoras de más de 100 changarros. Ellas sólo cobraban. ¿Quién va a fotografíar eso? Nadie.

Hasta hoy Fernando Brito de Culiacán y Guillermo Arias en Tijuana, son un par de fotógrafos valientes que han ganado premios a partir del último capítulo que deja ver este perverso juego. Los ejecutados. Pero de ahí no pasamos. Ni pasaremos.

Lo más cerca que ha estado un periodista moderno del narco, es Julio Scherer con su ya famosa entrevista al Mayo Zambada, bien, pero las fotos las tomó uno de los escoltas del Narco con su celular. Está claro que no quieren fotógrafos. Así las cosas. No esperemos pues en el corto plazo, más imágenes que las que hemos visto hasta ahora.

No es reproche, ni mucho menos, sé que cada uno de mis colegas en el interior del país se juega la vida cada día, sé que trabajan bajo amenaza y, en muchos casos, sus respectivos medios ni un chaleco antibalas les ofrecen. Entonces, si no asumimos que esto es ya una “cobertura de guerra” no se hará bien. Hoy los periodistas en México son corresponsales de guerra en su propio país. Así veámoslo, así asúmanlo. No hay de otra.

Los muertos serán los únicos que vean el fin de esta guerra.

Este “juego” al igual que el Pac Man, llegará a su fin, sin importar cuántos niveles se superen, esto acabará cuando alguien deje de ponerle monedas a la maquinita y los fantasmas te coman. GAME OVER.

 
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