Gerardo Nigenda por Domingo Valdivieso Agosto, 2010
El acercamiento de Gerardo Nigenda a la fotografía, a finales de la década de 1990, fue por curiosidad —como nos sucede a la mayoría de los fotógrafos— y al mismo tiempo por la circunstancia. No creo que fuera accidental, a alguien se le ocurrió la idea de hacer convivir a fotógrafos con invidentes en un solo lugar: una casa del siglo XVIII de la calle de Murguía en Oaxaca.
La curiosidad de Gerardo se convirtió en investigación de la percepción no visual, que depuró poco a poco con la práctica de la fotografía. Gerardo estaba convencido de que la aproximación a la fotografía, al acto fotográfico, no sólo debe hacerse con instrumentos técnicos sino con el uso de todos nuestros sentidos.
Retrató a sus seres más próximos, a los ciegos con los que compartía jornadas en la Biblioteca Jorge Luis Borges, a los fotógrafos con quien compartía la curiosidad por la fotografía en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo. Después surgió la idea de seguir momentos en la vida de Sergio, un invidente que le permitió, por la confianza que había entre ellos, hacer un ensayo sobre un viaje de visita a su familia en su pueblo de origen. Gerardo creó así una serie de retratos formalmente bien elaborados.
La selección de fotos que componen esta galería en ZoneZero son para mí una conversación, como muchas que sostuvimos, en relación a las cosas que le inquietaban, las imágenes que extrañaba, las imágenes de quienes le rodeaban, de los amigos, de las personas con las que compartía momentos importantes, los niños con los que trabajaba en su oficina del DIF en Oaxaca, de la inmensidad de los paisajes, de la playa, las montañas, y también del cuerpo femenino desnudo.
Gerardo Nigenda compartía sus imágenes con las personas a las que retrataba, con los espectadores o los fotógrafos que quisieran aceptar que un ciego podía hacer y tomar fotos. También las compartía con los ciegos mediante las inscripciones en braille que hacía sobre ellas.
El procedimiento de selección de las fotos de Nigenda lo hacíamos platicándolas. Revelábamos sus rollos e imprimíamos hojas de contacto. Luego, le describía las fotos para que recordara el momento de la toma. Hacíamos un análisis de la imagen de manera formal y de la situación que había provocado la foto, y a partir de eso elegíamos. Después él escribía en braille sobre las impresiones lo que recordaba de ese instante, un pensamiento. Cuando estuve cerca de él esa era la forma en que trabajábamos.
Aunque nunca tuve el valor de tomar alguno de sus talleres, de enfrentarme a la pérdida de la visión de manera momentánea para ver cómo funcionaban mis otros sentidos, Gerardo Nigenda con su actitud de vida y compartiéndome sus imágenes, me dejó ver más allá de lo que yo mismo me permitía.
18/19 | El equilibrio del cielo y el mar semejan el riesgo y la calma. El equilibrio de un cuerpo a flote semeja la estabilidad del alma. Puerto Escondido, Oaxaca. Agosto 2004