En la Lucha
por Laurence Salzmann

Laurence Salzmann acostumbra a retratar ambientes masculinos, mundos de hombres. Un trabajo suyo anterior nos muestra un baño público para hombres en Rumanía, las imágenes para las que escribo estas palabras son para una escuela de lucha deportiva en Santiago de Cuba.

El baño rumano de aquellas imágenes de Salzmann era el único en toda la ciudad (y tal vez en el país) que aún seguía abierto. Las paredes, los bancos y el piso hablaban de la decrepitud del lugar, de lo pronto a cerrar sus puertas que el establecimiento se encontraba. Y tantos hombres judíos de todas las edades metidos en el vapor no podían menos que despertar la idea de que no se trataba de un baño, sino de un horno de cremación. Tantos hombres judíos apiñados parecían prestos para el desastre, la tragedia.

De igual modo, estas imágenes de La Lucha/The Struggle ocurren en lo que parece una nave industrial abandonada. Pisos sin pulir y agrietados, ladrillos al aire, estructuras metálicas desnudas de las que se cuelgan los muchachos, aluden a un mundo díficil, crudo, rugoso, lleno de fricciones. Laurence Salzmann ha conseguido documentar el período de aprendizaje de los hombres jóvenes (niños aún) de una tribu, el período en que los jóvenes de una tribu en Santiago de Cuba aprenden la guerra. Se preparan para un combate, pero el combate es deporte.

Cuba tiene ganada, desde hace algunas décadas, una tradición de medallistas en las dos modalidades de lucha deportiva: libre y grecorromana. La selección cubana de luchadores arrasó con casi todos los títulos en el Campeonato Panamericano celebrado en Santo Domingo, República Dominicana. (La selección norteamericana había sido la ganadora en el campeonato anterior).

A semejanza de otros régimenes socialistas, el gobierno cubano ha hecho del deporte una razón de estado. Ha prodigado escuelas deportivas, ha logrado que las competiciones deportivas recuperen su valor de metáfora de la guerra entre estados. El deporte resulta así una pantomima de la guerra, guerra sumamente fría.

Un gobierno tan interesado en demostrar sus logros (los régimenes socialistas son obsesivos en declararse como la más justa de las formas de gobierno) encuentra en el deporte campo fecundo para tales demostraciones. Y no es casual que el boxeo y la lucha hayan sido privilegiados durante estos años, porque lucha y boxeo son metáforas muy evidentes de que el deporte alude a la guerra.

Estar en la lucha es, en el habla popular cubana, encontrarse luchando por la sobrevivencia económica, procurarse subsistencia. Aquí, en la lucha... respondemos cuando alguien nos pregunta qué tal andamos. (Existe un modo diminutivo que resta importancia a las dificultades: En la luchita). Estar en la lucha es sinónimo de encontrarse en la búsqueda de un modo de vida.

En la búsqueda, en el invento, en la mecánica, son maneras de expresar lo mismo: el aplomo y la astucia actúando en un medio desesperado. Y de un medio desesperado viene la también muy popular recomendación que nos hacemos unos a otros: No cojas lucha. O no desesperarse, no angustiarse demasiado, tomar las cosas más ligeramente.

Los jóvenes y niños que Laurence Salzmann ha fotografiado en una escuela de deportes de Santiago de Cuba aprenden la lucha, entran en la lucha, están en ella, cogen lucha. Laurence Salzmann ha puesto en ellos el mismo interés que puso en los hombres judíos de todas las edades reunidos en un rito de limpieza. Por su interés en qué pueda ser la especie humana, qué pueda ser el hombre cuando se encuentra en grupo, cuáles son sus comportamientos sociales, sus ritos de tribu o de asociaciones, Laurence Salzman ha cogido, otra vez, lucha. Está, como la gente que él retrata, en la lucha.


Antonio José Ponte
La Habana, Agosto 2001