El proyecto de una vida capturado en película |
Escrito por David Brinn |
Cada año, el 17 de junio, Diego Goldberg prepara su cámara Nikon D700 para tomar las fotos familiares anuales —lo ha hecho hasta ahora durante 33 años.
Al estudiar los retratos en blanco y negro, y sus intervalos en el diario fotográfico de Diego Goldberg, llamado Flecha del Tiempo, uno no puede dejar de maravillarse ante los cambios por los que una persona pasa a lo largo de su vida.
Seguramente debió de haber algún mensaje subyacente, filosófico, acerca de la vida, la muerte y el envejecer, que el fotorreportero argentino trataba de difundir al emprender este galardonado proyecto por 33 años, el cual implicaba fotografiarse a sí mismo, a su esposa Susy y, conforme fueron naciendo, a sus tres hijos, en las mismas poses, el 17 de junio de cada año, de 1976 en adelante.
Pero irónicamente, como en muchas otras inspiradas obras de arte, el impulso detrás del proyecto, fue mucho más mundano: la suegra de Goldberg le pidió un bonito retrato de la pareja para colgarlo en la pared de su recámara.
“Resulta que el 17 de junio marcaba nuestro primer aniversario de vivir juntos y tomé una foto muy sencilla de Susy conmigo. El siguiente año, en vísperas de ese aniversario, dije tomemos otra foto para ver cómo hemos cambiado. A partir de ahí arrancamos y nunca nos detuvimos, ” nos comentó el bonaerense de 63 años, durante una charla telefónica la semana pasada.
A pesar de sus modestos inicios, La Flecha del Tiempo igual que las muy conocidas secuencias con intervalo de tiempo, en las cuales se muestra cómo se abre una flor o el proceso de construcción de un edificio— encapsula el efecto del tiempo en una forma muy concentrada, como una prueba irrefutable de que una imagen vale más que muchos volúmenes de descripciones.
Resulta especialmente impactante la yuxtaposición de Diego y Susy — cuando observamos cómo se transforman como Dustin Hoffman en la película Pequeño Gran Hombre — y la de sus hijos Nicolás, Matías y Sebastián, que pasan de tiernos bebés a ser adultos peludos y barbados.
Las fotos son ciertamente flechas, ya que impiden —así sea sólo por la fracción de segundo durante el disparo— que el tiempo siga su curso, y capturan a la familia Goldberg al saludarse unos a otros en esta especie de escalera eléctrica de la vida. Como alguna vez dijeron los Rolling Stones en una canción, “el tiempo no espera a nadie y tampoco me esperará a mí”. Pero incluso después de ese segundo año de fotos, Goldberg no se percató de que se había topado con un proyecto que duraría toda una vida.
“Al pasar de los años, parece haber cobrado vida propia y se ha convertido en algo que no podemos detener. Al principio era nuestro proyecto, ahora nosotros le pertenecemos”, dice Goldberg, al explicar la longevidad y perseverancia que la familia ha mostrado. “A los niños siempre les gustó la idea de hacerlo, y aun cuando eran pequeños, nunca se quejaron cuando llegaba el día, siempre lo esperaban con ansia.”
Goldberg, como cualquier fotógrafo digno de sus lentes, no intenta dar mensajes profundos o descubrimientos que pudieran expresar las fotos, las cuales ganaron la medalla de oro en los premios anuales de la Sociedad de Diseño de Publicaciones y el Premio al Logro Destacado en el concurso anual del Club de Directores de Arte de Nueva York, en 1998.
“Trato de no ponerme demasiado filosófico ni metafísico acerca de su significado. Creo que lo más impactante para mí es la manera en la que cambian los chicos. Claro que Susy y yo cambiamos, pero ver a los chicos nacer y convertirse en jóvenes es lo más interesante para mí en desde el punto de vista familiar”, nos dice.
Tal vez eso sea porque Goldberg pasó mucho tiempo fuera de casa durante la infancia de sus hijos. A lo largo de una muy diversa carrera de 35 años como fotorreportero, con residencias en Buenos Aires, Nueva York y París, ha viajado por todo el mundo y fotografiado muchos momentos históricos, entre los que se cuentan la revolución nicaragüense, la histórica visita del presidente egipcio Anwar Sadat a Israel y la guerra de las Malvinas, así como a personalidades tan diversas como el presidente estadounidense Ronald Reagan, el presidente francés François Mitterrand y el presidente argentino Carlos Ménem.
“¿La visita de Sadat a Israel se sintió histórica? Ya lo creo, fue extraordinaria y para mi también fue histórica. Mi foto estuvo en la portada de la revista Newsweek” dice Goldberg, quien se describe como un judío totalmente laico.
“No he regresado a Israel desde entonces y la verdad no siento ninguna conexión especial con Israel ni con el judaísmo. Creo que nunca he fotografiado algo que tuviera un tema específicamente judío”, dice Goldberg, y agrega que ni él ni su familia han tenido nunca la experiencia de ser discriminados en Buenos Aires y que se consideran a sí mismos como argentinos completamente integrados.
Aparte de su trabajo en Newsweek y otras revistas importantes como Time, L’Express, Stern y muchas otras, Goldberg también ha tomado parte en todos los volúmenes de la famosa serie Un día en la vida y ha hecho fotografías para muchos libros, entre los cuales se cuentan Nicaragua – Una década de revolución y Viaje a Vietnam. No es un mal currículo para un antiguo estudiante de física que estuvo a una clase de convertirse en arquitecto.
“Estudié dos años de física y después arquitectura durante 5 años, pero siempre estuve tomando fotos como pasatiempo”, dice Goldberg. “Al tiempo que me involucraba más en los estudios, un día me di cuenta de que no me veía a mí mismo como un arquitecto y lo que en realidad quería hacer era viajar por el mundo como reportero gráfico. Así que justo antes de graduarme, abandoné la arquitectura por la fotografía periodística. No tenía experiencia alguna, sólo me lancé y lo hice.”
Después de haber viajado durante buena parte de su carrera, Goldberg se asentó en Buenos Aires de 1996 a 2003 como el editor de fotografía del periódico argentino El Clarín, el de mayor circulación en lengua española, y llevó al departamento de fotografía a obtener el prestigioso premio Visa D’Or en el Festival de Fotoperiodismo Perpignan.
En la búsqueda de expandirse más allá del periodismo diario, Goldberg dejó el periódico y se enfrascó en trabajar en uno de sus principales logros fotográficos: una exhibición individual en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2005, llamada Persiguiendo un Sueño, que documentaba las dificultades y esperanzas de ocho jóvenes de Brasil, Camboya, India, Jamaica, Uganda, Marruecos y otros países.
“Cuando dejé El Clarín, me junté con un amigo periodista y empezamos a pensar en proyectos de largo plazo que pudiéramos hacer juntos. Nos enteramos de que la ONU había lanzado una convocatoria para recibir propuestas que ilustraran el desarrollo de sus metas del milenio, con vistas a una reunión de líderes mundiales. Decidimos enviar una propuesta que pensamos que ofrecía un enfoque original y la aceptaron”, nos dice Goldberg.
“Nos quisimos alejar lo más posible del estilo típico de las ONGs de niños pertenecientes a minorías sonriendo y otras generalizaciones, y en lugar de eso enfocarnos en ilustrar cada meta a través de la vida de un chico — ya fuera hambre, cuidados maternos, VIH. Viajamos a ocho países por ocho chicos distintos.”
La Fundación FNPI premió a Goldberg con 25 mil dólares por Persiguiendo un Sueño, que se sumó a los muchos otros premios y honores que ha ganado a lo largo de sus años como fotorreportero.
Aun cuando está fuera del mundo de la fotografía periodística, todavía recuerda el torrente de adrenalina y urgencia al apresurarse a cubrir algún evento cataclísmico —como el terremoto reciente en Haití.
“Cuando algo así sucedía, mi primer instinto solía ser subirme a un avión. Pero la verdad ya no tengo ese apremio. No es que no me interesen las noticias de última hora, la llama aún está ahí, pero ahora prefiero realizar proyectos de más largo plazo”, comenta Goldberg, y agrega que no es como algunos otros fotógrafos que necesitan tomar la cámara todos los días.
“Ni siquiera cuando trabajaba para los periódicos tomaba fotos a diario. Viajé muchísimo cuando era fotógrafo independiente. Tomaba fotos dos jornadas o tres semanas seguidas y después volvía a casa a estar con mi familia y no levantaba la cámara por un buen rato.”
Pero cuando el 17 de junio se aproxima, Goldberg está listo con su cámara Nikon D700 para tomar las fotos familiares anuales. Al principio tomaba las fotos de La Flecha del Tiempo con una vieja cámara Nikon y a lo largo de los años ha utilizado modelos más recientes y mejorados e incluso ha incursionado en el mundo de la fotografía digital.
“Empezamos con película y en algún momento del camino comenzamos a hacerlo digitalmente. Ahora utilizo ambas formas, todavía disparo con película para mantener la tradición y para tener todo en película, por si acaso”, dice; y agrega bromeando que se resiste al impulso de retocar digitalmente las líneas de su cara.
A pesar de ser renuente a entrar en una discusión filosófica acerca del impacto de las fotos, Goldberg relata de buena gana el impacto que La Flecha del Tiempo ha tenido en los espectadores que se han puesto en contacto con él desde que apareció en línea.
“Lo que me sorprende es que es una idea tan sencilla que cualquiera puede hacer, y el hecho de que nadie parece haber pensado en hacerlo, es muy extraño en verdad. Es tan simple y al mismo tiempo tan poderoso”, dice Goldberg.
“Recibo miles de mensajes por correo electrónico de todo el mundo y lo que me escribe la mitad de la gente es ‘¿cómo no se me ocurrió a mi? Ahora es demasiado tarde’. La otra mitad escribe que les resultó tan inspirador que también lo harán cuando se casen o cuando tengan hijos. Es fácil decirlo, pero no sé si tendrán la misma perseverancia.”
No es muy probable que la determinación de Goldberg se desvanezca cuando decida dejar en paz a la cámara.
“Mi hijo mayor, Nicolás, es fotógrafo y estoy seguro de que él continuará el proyecto después”, dice Goldberg. “Él ya tiene una hija, así que estamos empezando a desarrollar un árbol, en lugar de un solo tronco — pues ya empiezan a aparecer algunas ramas.”
by David Brinn
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