El poderoso Penn de un corazón imperialista afectado PDF
Escrito por Piroska Csúri   

 

Respuesta a Filler, Martin (2009) "The Mighty Penn," New York Review of Books, 19 Octubre 2009.

 

 

En nuestro presente, vigorosa y despreocupadamente posmoderno, que idolatra el concepto de recepción, las intenciones autorales no pueden considerarse la definitiva y última palabra en lo que se refiere a la interpretación de una imagen. Sin embargo, ignorar o pasar por alto las fuentes no gráficas, tales como textos escritos por los mismos creadores de las imágenes (documentos que pueden proveer una pista de aquellas intenciones originales), puede producir, con facilidad, interpretaciones sumamente poéticas que resultan ser por demás arbitrarias, subjetivas sin límite, e insostenibles desde el punto de vista académico. Por lo tanto, este modo de proceder al interpretar material visual constituye una trampa en extremo peligrosa. Al ungir al retrato Niños de Cusco (1948) de Irving Penn como una obra maestra insuperable y "prueba irrefutable" de que Penn "tenía un corazón" ("The Mighty Penn", NYR, Octubre 19, 2009, p.21), Martin Filler parece estar firmemente enganchado en tal trampa.

 

En sus trabajos comisionados para revistas a destinos "exóticos" (ya sea Nueva Guinea, Camerún, Marruecos, La República de Dahomey, o Perú) Irving Penn, fotógrafo de moda, con frecuencia posaba como un artista-etnógrafo aficionado (¿o diletante?) de sentimientos profundos. En estas aventuras, se dispuso a realizar su sueño de juventud de fotografiar a "los aborígenes en vías de desaparecer en partes remotas de la tierra”. Las imágenes de estos viajes fueron finalmente compiladas en su libro de 1979 Worlds in a small room1 (Mundos en un cuarto pequeño). En su prólogo al libro, Penn se regocija de que, para su sorpresa y beneplácito de su corazón, "…arrancar a la gente de sus circunstancias naturales y ponerlos en el estudio frente una cámara no sólo los aisló, sino, los transformó. [...] Al cruzar el umbral del estudio, dejaron atrás las maneras de sus comunidades, asumiendo una seriedad de auto-presentación que no podría haberse esperado de gente sencilla. [...] Se pusieron a la altura de la experiencia de ser mirados por un extraño". Un extraño, un por demás particular y peculiar extraño.

 

© Irving Penn

 

© Irving Penn

© Irving Penn

 

 

Al contrario de las afirmaciones de Filler,2 al mirarlos como el extraño de mentalidad imperialista que era, Penn dirigió una mirada irremediablemente afectada y absurdamente condescendiente hacia sus sujetos. A sus ojos, las jóvenes de Dahomey "...eran sirenas nadando alrededor de nuestro bote, sintiéndose más en su elemento en el agua de lo que estábamos nosotros arriba de ésta." Si bien en Nueva Guinea, él "no pudo hablarle a sus sujetos, ni siquiera en pidgin, fue capaz de seleccionarlos y luego colocarlos, tocando la piel fría de sus cuerpos y presionándolos gentilmente, en diversas poses y relaciones que parecían auténticas en ellos". El sur de Marruecos, "un mundo misterioso de casbas, oasis, jinetes y mujeres pintadas" ejerció tal magnetismo sobre él que soñaba con volver para allá a fin de "...penetrar más profundamente en este mundo islámico de ensueño y simplemente registrar la apariencia de la gente misma".

 

© Irving Penn© Irving Penn

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue en 1948, en ocasión de su trabajo para Vogue en Lima, Perú que Penn decidió "pasar la Navidad en Cusco, cuidad de la cual ya había oído y de la cual tenía una corazonada". “Despachando al propietario para que pasara la Navidad con su familia", alquiló un estudio de luz natural ("una reminiscencia victoriana") en el centro de la cuidad,3 y se puso a trabajar. "Cuando los sujetos llegaban para ser fotografiados me encontraron a mí en lugar del propietario. En vez de que me pagaran ellos, yo les pagaba por posar, un asunto muy desconcertante". En verdad desconcertante, pero ¿para quién?

 

A través de su mirada, una mezcolanza de imperialismo rancio,4 un sentido arrogante de superioridad, una nostalgia que exuda bucolismo, y una postura espectadora desconcertante —en vez de crear una obra maestra del siglo XX— Penn transformó la toma de los niños de Cusco en una parodia amarga de un retrato decimonónico hecho en un estudio provincial, que linda con un espectáculo cruel y perverso del Otro.5 De pie, descalzos, en harapos pintorescos, posados contra natura como una pareja perturbadoramente prematura, la imagen de los niños gravita de manera inevitable hacia el género perenne de estudios de monstruos de todo tipo, sujetos reacios a una pasión voyerista antigua y prácticamente inextirpable.6 Por lo tanto, Niños de Cusco cae, con claridad, en la tradición de una espectacularización del Otro“anómalo”, un impulso prácticamente irresistible, tan bien encarnado por gente haciendo cola para echar un emocionado vistazo a la mujer con barba, a los gemelos siameses, al hombre elefante o a otras deformidades humanas en las ferias populares itinerantes.7

 

Niños de Cusco (1948)

 

"Desde el primer vistazo el aspecto de los habitantes me encantó, gente pequeña, a diminuta escala, merodeando sin objetivo y con lentitud por las calles de la ciudad" —escribió Penn. "Cusco es el centro de la antigua civilización Inca, pero es difícil imaginarse a los actuales habitantes como descendientes de los brillantes ingenieros de las ciudades y templos incas. ¿Es posible que su sopor sea efecto de las hojas de coca que mastican todo el día?" De buena tinta. Este es el gran Penn, creador de obras maestras, que habla elocuentemente desde su corazón. Pero ¿hay alguien que escuche? ¿Qué clase de corazón es este?

 

© Irving Penn

 

 

Piroska Csúri
Buenos Aires, Argentina

 

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1. El libro fue editado por Grossman en Nueva York. Todas las citas sin indicación de una procedencia alternativa vienen de los textos de Penn que acompañan esa edición. (regresar)

2. "...Penn trata a sus sujetos de caras solemnes con tal respeto y dignidad como lo hizo Mathew Brady al inmortalizar a Abraham Lincoln, y con la misma ternura y afecto con los cuales Velázquez retrató a la infanta española y a su mastín en Las meninas." Filler, p.21. (regresar)

3. El estudio en cuestión resultó ser el de Martin Chambi (1891-1973), fotógrafo peruano. Pictorialista internacionalmente galardonado de su tiempo, ahora reconocido por todo el mundo como posiblemente el primer fotógrafo indígena de América del Sur, sin embargo se borró sin rastro de la conciencia fotográfica internacional hasta ser (re)descubierto a mediados de los 1970 por el fotógrafo y antropólogo Edward Ranney. (regresar)

4. "Los indios parecen sorprendentemente mongoloides en su construcción facial." (regresar)

5. De pura coincidencia, "American Pastoral" por Jonathan Raban en el mismo número del NYR (Octubre 19, 2009, pp.12-17) provee otros ejemplos de semejante transformación "embellecedora" de los pobres por la mirada de los ricos. (regresar)

6. Por otro lado, imágenes de Penn de mujeres dahomey retratadas con sus pechos desafiantes al aire, forzadas en una rígida composición piramidal (sin duda una manera de "arrancarlas de sus condiciones naturales") despiertan ciertas resonancias de fotos pseudo-antropológicas del siglo XIX que circulaban como una forma de soft porn de la época. (regresar)

7. Walker Evans, entre otros, provee imágenes de tales ferias que sobrevivieron con mucho vigor en los EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial. (regresar)

 


 


 
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