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Viendo imágenes en Occidente y Oriente PDF
Escrito por Hans Durrer   
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No hay razón para suponer que cuando un tailandés ve una foto de la Torre Eiffel, éste ve una Torre Eiffel distinta de la que ve, por ejemplo, un suizo. Lo que, tanto los ojos tailandeses como los suizos registran, es lo mismo. El cómo lo interpreten es otra historia.

 

Nuestras interpretaciones de las imágenes dependen mucho de nuestra crianza cultural. La famosa imagen del hombre solitario enfrentando a los tanques en la Plaza de Tiananmen en 1989, por ejemplo, es leída por los medios occidentales como un símbolo de coraje excepcional ante una enorme amenaza, pero los militares chinos la leen como una extraordinaria demostración de capacidad para dominarse por parte del comandante del tanque.

 

 

4 de junio de 1989

 

En un reciente artículo del International Herald Tribune (IHT), se lee y cuestiona: “Occidente y Oriente toman diferentes rumbos en lo que respecta a las expresiones faciales. ¿Cómo sabemos lo que una persona siente?” Para gente de Japón y otras sociedades occidentales esto normalmente es fácil. Se ve el rostro de la persona. Un nuevo estudio encontró que esto puede ser más complejo para la gente de Japón y otras sociedades orientales, ya que no sólo tienen que evaluar la expresión de una persona sino que también miden el humor de los que están a su alrededor.”

 

En el estudio se mostró a dos grupos, uno de occidente y otro de Japón, una serie de dibujos de cinco niños. Las expresiones de los niños variaban a menudo pero a veces eran la misma. Se pidió a los estudiantes que otorgaran puntos al niño en el centro de la imagen, en una escala de 10 a 0 por felicidad, tristeza e ira.

 

La apreciación de los estudiantes japoneses estuvo fuertemente influenciada por las expresiones de los rostros de las otras caras que aparecían en las imágenes, cuando las caras parecían felices, daban más puntos a la figura central que cuando parecían tristes. Los occidentales no tomaron en cuenta lo que sucedía en el fondo. El IHT concluyó que: “Puede que las diferencias nos señalen rasgos culturales muy arraigados que sugieren que los occidentales vean a las emociones como sentimientos individuales, mientras que los japoneses los ven inseparables de los sentimientos del grupo”.

 

Es obvio que cuando se discute sobre valores, uno fácilmente cae en la trampa del estereotipo, tanto por parte de los occidentales como de los orientales. Esto parece casi inevitable, aunque en teoría se suponga que no deberíamos hacerlo. Los ricos de Londres tienen, en apariencia, más en común con los ricos de Singapur (para empezar la preservación de su riqueza) que con los pobres de su propio país, un hecho que se soslaya a menudo en tales debates ideológicos. Sin embargo, no podemos prescindir de los clichés, los que –hay que señalar-, a menudo nos sirven (cuando no se toman demasiado en serio, desde luego) como útiles señalizaciones para el mutuo entendimiento.

 

Si bien sospechamos que los desacuerdos públicos sobre los valores tienden a ser causados por la política -en otros términos, por los intereses creados de las partes enfrentadas-, que por verdaderas diferencias de valores (después de todo la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue firmada tanto por los miembros orientales como occidentales de la ONU, los problemas de desintegración familiar y drogadicción afectan a ambos hemisferios, etc.). Sin embargo uno debe preguntarse que tanta verdad hay en el aforismo de Kipling de que “Oriente es Oriente, Occidente es Occidente y jamás sus caminos han de encontrarse”· La cita parece “apropiada para su época” como ha dicho Janwillem van de Wetering en “Después del Zen. Experiencias salidas de los oídos de un Estudiante del Zen”:

 

“El Oriente sigue teniendo encuentros casuales con Occidente que, aunque a menudo hostiles, han producido el Toyota, el Jazz japonés, una película en donde se armonizan los talentos de Lee Marvin y Toshiro Mifune, y mucho mejores televisores. Mi vecino en Maine agradece la competencia de Honda ya que por ella el producto Ford que adquirió hace cinco años no hace ruido. (“Solían hacer ruido ¿sabes?, pero ya no más, gracias a los nipones. Combatí contra ellos en el Pacífico. Son tipos muy listos ¿no crees?”)

 

Es más, después de que el filósofo suizo Elmar Holenstein se dirigió en una conferencia internacional a sus colegas leyendo un texto clásico sin título, y que según se decía, señalaba las características del modo asiático de pensar y actuar, preguntó al público quien pensaban que era el autor. Algunos dijeron que era Confucio. Los taoístas, dijeron otros. El Sintoísmo, según otros más. Pues bien, se trataba de un texto del autor suizo Peter Bichsel, quien había escrito sobre lo que él consideraba las características peculiares del carácter nacional suizo.

 

Sin embargo, si existen diferencias culturales y parecen tener una tendencia a revelarse cuando menos lo esperamos, tal como Mont Raymond explica en Adentrándose en la cultura tailandesa o los porqués tailandeses y otras cosas:

 

En apariencia, la vida tailandesa es como la vida en todas partes del mundo en estos tiempos. Sin embargo si tu estadía se prolonga por años, y si eres perceptivo más allá de lo ordinario, podrás discernir los niveles más profundos de la vida tailandesa, esas irritantes discrepancias entre comportamiento y actitud. Esas reliquias culturales que antes apenas hacían mella en tu imagen de la naturaleza humana, comienzan a señalar un patrón. Algo que continuamente se subestima, y que por lo tanto regresa constantemente a emboscarnos cuando menos lo esperamos, es el factor alto-bajo. Como sabemos, intelectualmente, los tailandeses leen al mundo a su alrededor en éstos términos, pero emocionalmente, pre-intelectualmente, lo olvidamos –y he aquí por qué nunca estamos totalmente concientes o preparados para ello. Nos forzamos a jugar su juego, atentos y humildes frente a quienes están “arriba de nosotros” y cortésmente condescendientes con aquellos “abajo” de nosotros, y de repente descubrimos que los tailandeses se toman esta farsa totalmente en serio. Esto es un golpe al cual no estaremos totalmente inmunes jamás”.

 

La cuestión sin embargo, radica en –y esto es lo que debemos ponderar cuando otro estudio declare que la gente en el Occidente y en el Oriente (o el Norte y el Sur, para el caso) ven al mundo de diferente manera– si realmente estamos condenados a ver el mundo de una manera condicionada culturalmente. En otras palabras ¿he de ver al mundo siempre a través de mi sistema suizo de valores? En parte, desde luego, pero un sistema de valores no es fijo, esta en un constante estado de flujo.

 

Más aún, también tenemos la capacidad de elegir y por lo tanto estar dispuestos a ver la misma imagen que ve alguien que pertenece a otra cultura. Cuando comprendemos y estamos concientes de nuestro condicionamiento cultural, -por ejemplo el enfoque en el individuo de los occidentales y en el grupo de los orientales- podremos entonces decidir cual usar. Así que ¿por qué no de vez en cuando vemos al mundo a través de los ojos de la cultura de nuestra elección?

 

 

Versión editada de "Viendo imágenes en Oriente y Occidente" que se publicó en Straits Times
Singapore (24 de junio del 2008)

 

 

Hans Durrer

 

 


 

 

http://zonezero.com/magazine/articles/durrer2/indexsp.html

 

 

 
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