El juego de la muerte PDF
Escrito por Shahidul Alam   

 

Tal vez ella era la mejor líder disponible. Puesto que las alternativas eran un dictador militar y un corrupto hombre de negocios, Benazir Bhutto, con sus admiradores en Occidente y sus seguidores feudales era claramente la favorita para ganar. El cómo murió posiblemente quede en el misterio, pero ella estaba jugando el juego de la muerte, y era poco probable que ganara todas las veces.

 

Es difícil escribir sobre personas que han muerto muy recientemente. Hay muchas personas muy dolidas por el magnicidio de la ex-primer ministra. Hasta sus críticos están escandalizados por la manera en que fue asesinada. Un artículo poco sensible agravaría su dolor y uno generalmente no habla mal de los muertos. Recuerdo que cuando era un niño pregunte a mi mamá por qué no se moría la gente mala. Sucedió que un hombre que no era conocido por su entereza moral acababa de morir y en los periódicos se le describía como un honesto trabajador social. Ya no estoy en edad de que se me perdonen semejantes preguntas, pero aún aquellos que amaban a Benazir deben hacerse este tipo de cuestionamientos si es que queremos que se rompa este ciclo algún día.

 

Corría el año de 1995 y Pakistán pasaba por tiempos difíciles. Había ido a Karachi a invitación de mi amigo el arquitecto Shahid Abdulla. No había teléfonos públicos en el aeropuerto de Karachi, ni en el resto de la ciudad, ya que el gobierno estaba preocupado de que el MQM (Muttahida Quomi Mahaz, partido político radical paquistaní), los utilizara para comunicarse. La provincia del Sindh estaba en guerra consigo misma.

 

Shahid quería que yo impartiera un taller de fotografía en la Indus Valley School of Architecture and Design, de la que era colaborador. En aquellos días teníamos tiempo de mantener largas conversaciones y hablábamos de muchas cosas, de los hombres armados cuidando de la seguridad en las puertas de toda cada casa grande en Karachi, del encuentro de Shahid con Zulfigar Ali Bhutto, de sus recuerdos de Benazir, pero la conversación a menudo trataba de una persona a la que ambos admirábamos, Abdus Sattar Edhi, el hombre que había establecido un servicio de ambulancias sin paralelo en todo Pakistán.

 

En la mañana del 10 de octubre, fui a visitar a este hombre. Poseía un carisma muy especial que provenía de su vida sencilla, de la que poco tenía que ocultar. Sentado en un modesto catre, me contó cómo fue que comenzó todo. Constantemente éramos interrumpidos por personas que iban a solicitarle cosas y pedirle que solucionara pequeñas crisis.

 

Entonces fue cuando supimos sobre el atentado contra Fahim Commando, el líder del MQM. Al parecer Fahim y cuatro de sus camaradas habían sido emboscados y todos murieron, pero sucedió que estaban bajo custodia policial y ningún policía salió herido. Edhi no realizó ningún juicio. Fahim era solo otro hombre que debía tener un funeral decente. Al verlo lavar el cuerpo del ultimado líder del MQM, yo mismo pude ver las quemaduras en las heridas de entrada de las balas.

 

 

Abdus Sattar Edhi lava el cuerpo de Fahim Commando, Karachi, Pakistán  10 de octubre de 1995.© Shahidul Alam/Drik/Majority World

 

Las ejecuciones extrajudiciales durante el gobierno de Benazir están bien documentadas. El hecho de que no se realizara ninguna investigación cuando su hermano, Mir Murtaza fue asesinado afuera de la residencia familiar de Bilawal House, dio mucha credibilidad al rumor de que su esposo, Asif Zardari, había ordenado su muerte. Ni siquiera se dio acceso a las ambulancias de Edhi hasta que Murtaza se desangró por completo. Todos los que presenciaron el asesinato fueron arrestados y un testigo murió en la prisión. Benazir era entonces la Primera Ministra.

 

Murtaza había denunciado las corruptelas de Zardari y Benazir defendió estoicamente a su marido, a pesar de las cuentas bancarias en Suiza, ella clamaba a la gente que él era el Nelson Mandela de Pakistán. Ahora que Zardari quedaba como jefe del PPP, el "Mandela de Pakistán" y sus cuentas en Suiza eran el nuevo gran poder en el país. Si los paquistaníes continúan viendo a este hombre de negocios aficionado al polo como su salvador, queda aún por verse.

 

Zulfigar Ali Bhutto era apoyado por los Estados Unidos y fue responsable en gran medida de la crisis de Pakistán y el genocidio en Bangladesh. La actual intervención norteamericana no ha servido para hacer de Pakistán un lugar más seguro, el apoyo de la militarización de Bangladesh por parte del Occidente y el aumento de la importancia del Jamaat (partido islámico) es una sensación demasiado familiar. El futuro es ominoso para Pakistán.

 

Quizá la Sra. Packeltide efectivamente sepa cómo es que murió la ex-primer ministro de esta nación con capacidad nuclear. Pero los intentos del gobierno para encubrirlo poco ayudan para desalentar a las teorías de la conspiración. Al igual que la familia Bhutto, los militares han quemado demasiados puentes para llegar al lugar donde se encuentran ahora y tienen demasiados esqueletos en su closet. No hay regreso posible y ningún precio es demasiado alto.

 


© Shahidul Alam
Diciembre 29, 2007

 

 


 

 

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