El Teatro Callejero. El Tema de la Fotografía PDF
Escrito por Philip Gefter   

 

En 1999, Philip-Lorca Di Corcia, colocó su cámara en un tripié en Times Square, instaló unas luces estroboscópicas a un andamio y, en la más consagrada tradición de la fotografía de la calle, tomó una serie de fotos al azar de los transeúntes. El proyecto continuó por otros dos años, culminando con una exposición llamada “Heads” (Cabezas) en la Galería Pace/Mac Gill en Chelsea. “Las Fotos del Sr. Di Corcia nos recuerdan, entre otras cosas, que en cada uno de nosotros hay un universo propio de secretos y que somos vulnerables” dijo Michael Kimmelman en su reseña para el New York Times. El buen arte te hace el ver el mundo de una manera diferente, al menos un rato, y después de ver la exposición de Di Corcia, no volverán a ver pasar a alguien en la calle de una manera distraída.” Sin embargo no todo el mundo quedó impresionado.

 

Cuando Erno Nussenzwieg, un judío ortodoxo y comerciante retirado de diamantes de Union City en Nueva Jersey vio su foto el año pasado en el catálogo de la exposición, llamó a su abogado y demandó a Di Corcia y a Pace por exhibir y publicar su retrato sin permiso y obtener una ganancia económica con él. La demanda pretendía que se emitiera una orden judicial para detener las ventas y publicaciones de la fotografía, así como obtener un pago de 500 mil dolares por daños compensatorios y 1.5 millones de dólares por daños y perjuicios.

 

 

 

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Pace/MacGill Gallery, Nueva York

El hombre en la fotografía “Cabeza No. 13, 2000” de Philip-Lorca Di Corcia es Erno Nussennzweig. Cuando vio su foto en el catálogo de la exposición “Heads” (Cabezas),
demandó al fotógrafo y a la galería.

 

La demanda fue desechada el mes pasado por un juez de la Suprema Corte del estado de Nueva York, quien consideró que el derecho del fotógrafo a expresarse artísticamente estaba por encima del derecho a la privacidad de un individuo. No obstante, para muchos artistas, el hecho de que el caso haya llegado tan lejos resultó de gran relevancia.

 

La práctica de la fotografía de la calle tiene una larga tradición en Estados Unidos, tanto en el área artística como documental, en grandes ciudades y pequeños pueblos. Los fotógrafos, por lo regular, deben obtener un permiso para fotografiar dentro de una propiedad privada —incluyendo recepciones de hoteles y restaurantes— pero la libertad para fotografiar en público se da por hecho desde hace mucho. Y esto ha tenido un profundo impacto en al historia del medio. Sin ella, Lee Friedlander no hubiera recorrido las calles de Nueva York fotografiando desconocidos, y Walker Evans nunca hubiera producido sus series de retratos en el metro en los años cuarenta.

 

Resulta notable que este haya sido el primer caso en el que tal derecho se haya discutido de manera directa. De haber prosperado, “Pasajero del Metro” de 1941, junto con un vasto número de imágenes famosas tomadas subrepticiamente, ya no podrían ser publicadas o vendidas.

 

 

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Metropolitan Museum of Art, Walker Evans Archive

Walker Evans tomó una serie de fotografías tomadas subrepticiamente dentro del metro en los años 40.
“Pasajero del metro de la ciudad de Nueva York”

 

En su demanda, el Sr. Nussenzweig alegó que el uso de su fotografía interfería con su derecho constitucional a practicar su religión, la cual prohíbe el uso de representaciones gráficas.

 

Las leyes de protección a la privacidad de Nueva York prohíben el uso no autorizado de la imagen de una persona con propósitos mercantiles, tales como la publicidad o el comercio, sin embargo no aplican si la imagen se considera artística. El abogado de Di Corcia, Lawrence Barth del despacho Munger, Tolles & Olson, de Los Ángeles, se concentró en el contexto en el que apareció la foto. “El meollo del asunto, es que nunca se habían definido los alcances de la Primera Enmienda (Libertad de Expresión) en lo que respecta a su exhibición en galerías, venta de ediciones limitadas y publicación en monografías de los artistas” declaró en un correo electrónico. “Intentamos hacer comprender a los tribunales, que de prosperar la demanda de Nussenzweig", se harían desaparecer importantes y ahora renombradas obras del siglo pasado, entre las que se encuentra la famosa imagen de Alfred Eisenstaedt del marinero besando a la muchacha en Times Square, el día en que se anunció la rendición de Japón en 1945.

 

 

 

 


 

La defensa de Di Corcia citó precedentes de casos similares. En el caso Hoepter vs. Kruger (2002), una mujer que fue fotografiada por el fotógrafo alemán Thomas Hopker, demandó a Barbara Kruger por usar la imagen en una pieza llamada ”Es un mundo pequeño… a menos que tengas que limpiarlo”. Un juez federal falló a favor de la Sra. Kruger considerando que la imagen de la mujer no se uso para su explotación comercial, sino como parte de una obra de arte.

 

También se citó una sentencia de 1982 en la que el tribunal de Apelaciones de Nueva York falló a favor del New York Times, que fue demandado por Clarence Arrington, que fue fotografiado sin saberlo cuando caminaba por el área de Wall Street, y cuya imagen apareció en la portada del New York Times Magazine en 1978 para ilustrar un artículo sobre la clase media negra. El Sr. Arrington alegó que la foto se tomó sin su consentimiento para ilustrar un artículo con el cual no estaba de acuerdo. El Tribunal de Apelaciones de Nueva York consideró que el derecho a la Libertad de Expresión era superior al derecho de Arrington a la privacidad.

 

En una declaración ante el tribunal en favor de Di Corcia, Peter Galasi, curador en jefe del Museo de Arte Moderno, dijo que la exposición “Heads” se ajustaba a la tradición de la fotografía de la calle, definida por artistas que iban desde Alfred Stieglitz y Henri Cartier-Bresson hasta Robert Frank y Gary Winogrand. “Si la ley prohibiera a los artistas exhibir y vender fotografías tomadas en lugares públicos sin el consentimiento de todos los que pudieran aparecer en ellas, entonces la expresión artística en el campo de la fotografía sufriría grandemente. Si tal prohibición fuera aplicada retroactivamente, despojaría al público de una de las tradiciones más valiosas de nuestra herencia cultural”.

 

 

 

© Philip-Lorca di Corcia

 

 

Neale M. Albert, abogado del bufete Paul, Weiss, Rifkind, Wharton & Garrison, que representó a Pace/Mac Gill, se dijo sorprendido por el caso. “Siempre he creído que los denominados fotógrafos de la calle no necesitan de permisos para sus propósitos artísticos. Durante los más de 30 años que he representado a fotógrafos, esta es la primera vez que una persona ha presentado una demanda contra uno de mis clientes por motivo de una fotografía como esta.”

 

La juez de la Suprema Corte del Estado, Judith J. Gische desechó la demanda de Nussenzweig considerando que la violación a su privacidad era el precio que una persona debe estar preparada a pagar en una sociedad en la que existe el libre flujo de información y opinión. También fundamentó su decisión en el hecho de que la citada foto era en verdad una obra artística, y que el demandado, el Sr. Di Corcia, demostró su reputación como artista fotográfico dentro de la comunidad artística internacional.

 

Sin embargo sugirió que otros casos podrían se menos claros. “Aunque reconozcamos que las leyes de protección a la privacidad del estado de Nueva York no se apliquen a las obras de arte, queda pendiente la cuestión de definir cuando es que nos encontramos ante una obra de arte”. En cuanto a los alegatos sobre cuestiones religiosas dijo que: ”Es claro que el demandante considera como profundamente ofensivo el uso de su imagen, y aunque no pasamos por alto el disgusto del demandado, este es un asunto que escapa a la competencia de un tribunal de Derecho Civil.

 

EL Sr. Di Corcia, quien publicó el libro de fotografías “StorybookLife” en el 2004, dijo que al colocar su cámara en Times Square en 1999, “nunca me cuestioné la legalidad de lo que hacía. Numerosos editores para los que había trabajado me dijeron que era legal. No hay manera de que estas imágenes se hubieran podido realizar con el conocimiento y la cooperación de los sujetos. Este desconocimiento es la razón que caracteriza a este tipo de trabajo”.

 

 

 

© Philip-Lorca di Corcia

 

 

EL Sr. Nussenzweig ha apelado la decisión. El mes pasado su abogado, Jay Goldberg dijo a la revista The New York Law journal que “su cliente había perdido el control sobre su propia imagen”.

 

“Esto, para mí, es una terrible invasión” dijo Goldberg “lo último que una persona posee es su propia dignidad”.

 

Los profesionales de la fotografía están atentos ya que hay mucho en juego. “Si este caso prospera”, dijo Howard Greenberg de la Galería Howard Greenberg en Nueva York, “sería algo terrible, un golpe para todos aquellos que fuimos educados e iluminados por la gran fotografía de la calle del pasado y quizá también del futuro."

 

 

Philip Gefter

©The New York Times
Marzo 19, 2006

 

 


 

 

http://zonezero.com/magazine/articles/gefter/indexsp.htm

 

 

 
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