La Revolución Digital PDF
Escrito por Pedro Meyer   

- Publicado originalmente en 1993 en Luna Córnea, México, D.F. -

 

"Una vez le preguntaron al gran escritor Jorge Luis Borges lo que pensaba de cierta traducción de una de sus obras, y su respuesta fue "El original no hace justicia a la traducción". Hoy, la fotografía es enfrentada de manera muy parecida por las imágenes digitales"...

 

 

Ese fin de año caía en Jueves, cuando a media noche las manecillas del reloj coincidían, como en señal de oración, para avisar que entraba el nuevo año. En extraña coincidencia, el odómetro del automóvil en que viajaba, tambien se ponía a ceros. Había llegado a los 99 999 kilómetros de recorrido y con ello también daba comienzo una nueva etapa.

 

A medida que envejezco, la llegada de un nuevo año me anuncia que tengo menos tiempo por delante de lo que antes había, y así como con el vehículo en que viajaba, descubro que el paso del tiempo deja las inevitables huellas provenientes del desgaste. Mis ojos ya no son tan eficientes como lo fueron, ya no enfocan con la misma facilidad, algunos lo llaman vista cansada; después de cargar pesadas mochilas con equipos fotográficos durante toda una vida, las vértebras de mi columna se encuentran algo torcidas y por ende me lastiman con frecuencia; mi barba antes casi negra, poco a poco se torna blanca. Observo estos cambios como hechos que no me queda más que reconocer, quejarme de que ocurran parece no aliviar en nada algo que a todas luces resulta inevitable.

 

Algo más que he aprendido: a no quejarme de la extraordinaria velocidad con que mi vida se ve alterada por toda suerte de nuevas tecnologías. Hacerlo, igualmente en nada reduciría su ritmo acelerado. He preferido antes que verme atropellado, salirles al encuentro para más o menos ir librándola.

 

Así las cosas, tenemos que la Revolución Digital ya la tenemos encima, y ésta sin duda va a tener una influencia sobre nuestras vidas tan grande o posiblemente mayor, de lo que en su momento tuvo el advenimiento del motor de combustión interna, está por demás decirlo que no existe alguien que no haya sido tocado en su vida por la existencia de dicho invento, en consecuencia podemos especular sobre la trascendencia que pueda llegar a tener, la revolución digital.

 

Para entender mejor su trascendencia y lo que está en juego, hay que saber que la Revolución Digital ya comienza a transformar, nada menos que el modo en que producimos, distribuimos y consumimos: todo lo que se relaciona a los medios de comunicación, el entretenimiento, educación, viajes, administración, la ciencia, el arte, y la guerra, por sólo mencionar algunos ejemplos.

 

Dentro de esa gigantesca ola de cambios que comienza a desplegarse a nuestro derredor, la fotografía sólo representa una variante mínima. Si alguien todavía abriga alguna duda de que las nuevas tecnologías vayan a transformar a fondo todos los aspectos de la fotografía, es porque no ha tenido la oportunidad de cerciorarse de lo qué está ocurriendo con las innovaciones que se vienen anunciando a diario, o sencillamente porque se niega a reconocer tal evidencia.

 

Así como no es fácil observar en uno mismo las transformaciones que se van sucediendo paulatinamente, también nos cuesta trabajo advertir la gradual obsolescencia tecnológica que venimos sufriendo, situación que se agrava cuando siempre hemos pensado —de manera por demás razonable— que la experiencia acumulada a lo largo de la vida era un valor positivo e inmutable.

 

Los sacudimientos socio económicos de origen tecnológico, cada vez más apresurados, que en particular se manifiestan en el mundo industrializado en esta recta final del siglo veinte, también tocarán a nuestras puertas, tarde o temprano. Como reza el dicho: “Cuando veas la barbas de tu vecino recortar, pon las tuyas a remojar”. La historia particular de las angustias que sufren las personas, a medida que transitan por estos cambios profundos, es algo que por lo general se encuentra sepultado bajo un alud de estadísticas impersonales, que en los encabezados de los diarios en su sección de economía, sólo nos dicen: “25,000 personas despedidas de sus empleos”.

 

Poco o nada se sabe de los motivos de fondo que llevaron a tales desplazamientos, ellos o ellas apenas son números, bajas en ese vasto ejército de la fuerza laboral. Los que actualmente atraviesan tan brutales sacudimientos, ya no se cuentan en cientos de miles, sino en millones; y por primera vez, el desplazamiento y obsolescencia tecnológica ya no es asunto que sólo atañe, como en el pasado, a la clase obrera. En esta vuelta, los técnicos, administradores, artistas, artesanos, intelectuales, científicos, etc. se encuentran igualmente afectados. Ya no es como antes, cuando la introducción de un telar automático sólo perjudicaba a ciertos obreros textiles o qué decir de los linotipistas que veían evaporar su fuente de trabajo frente a procesos mucho más económicos y veloces. Ahora también el músico puede ser relegado por instrumentos electrónicos, la secretaria o telefonista desplazada por la computadora, o la tarea de un fotógrafo eliminado por la presencia de un “scanner” en la mesa del diseñador. Así como la industria militar en norteamerica ha despedido a cientos de miles de trabajadores al concluir la guerra fría, y estos trabajadores han sido abandonados a su suerte para ver en qué encontraban una nueva ocupación, los trabajadores que han sido desplazados por las innovaciones tecnológicas también han tenido que replantearse su vida y buscar en donde podían encontrar una nueva actividad bien remunerada. La inmensa mayoría está buscando re entrenarse con miras a conseguir un nuevo tipo de empleo, sobre todo en los campos en que la tecnología digital va abriendose camino.

 

Para darnos cierta perspectiva sobre la velocidad de los cambios tecnológicos y sus consecuencias, me remito a un ejemplo que por sus dimensiones deja de ser un caso marginal, para convertirse en motivo de profunda reflexión. Me refiero a lo ocurrido a la empresa IBM en estos últimos seis años: en ese breve lapso, la IBM ha tenido que despedir a cerca de 175,000 trabajadores, entre obreros, administradores y científicos y todavía se piensa que seguirán mayores reajustes; también ha tenido que absorber pérdidas astronómicas y cerrar numerosas plantas de producción y laboratorios, en distintas partes del mundo. Y finalmente ha tenido que enfrentarse a la merma en el valor de sus acciones, al reducirse éstas hasta en un 70% del valor alcanzado en sus mejores tiempos.

 

La IBM no es cualquier empresa. En tiempos recientes siempre estuvo entre las cinco empresas más grandes del mundo, y en el campo de la tecnología, era hasta hace poco el líder mundial en dicha materia. Para apreciar la magnitud e importancia de sus operaciones, basta pensar que sus ventas anuales superaban en mucho, el producto interno bruto de naciones independientes, tales como México. (Lo que produjimos conjuntamente los ochenta millones de mexicanos durante un año entero, era menos de lo que esa empresa vendía para ese mismo período). Pero a pesar de sus dimensiones, o tal vez por ello, una estructura tan poderosa y rica, ha sido rebasada por las transformaciones tecnológicas que se desataron a su derredor. La tormenta se transformó en huracán, y los vientos de cambio acelerado no han parado, siendo la IBM apenas una de muchas empresas que en estos últimos años se han visto sacudidas por las transformaciones tecnológicas. En una reciente entrevista el Sr. James E. Burke prominente miembro del Consejo de Administración de la IBM, anotaba “hasta ahora, él, así como la empresa IBM, apenas comenzaban a darse cuenta, de lo que deberían haber sabido mucho antes, y era el ritmo de cambio tan acelerado que prevalece en esta industria, y el impacto que tienen esos cambios” .

 

Si una de las empresas más sólidas en el mundo, se ha cimbrado hasta sus cimientos, poniéndose en duda hasta su propia continuidad, no veo por qué nuestra realidad particular vaya a salir mejor librada frente a esta revolución. Al contrario, pienso que somos mucho más vulnerables. Pero esa limitación, a la vez nos da la oportunidad de reaccionar con mayor velocidad y eficiencia, de lo que puede lograr una corporación tan grande. Precisamente, han sido las decenas y decenas de pequeñas empresas ágiles y creativas que pusieron en situación de jaque (casi mate) a una institución como la IBM.

 

Cada quien conforme a su temperamento buscará responder frente a los cambios que se están dando. Algunas personas buscarán refugio del “huracán”, negando o rechazando su existencia. Otras más, no lo negarán, pero igualmente no harán nada, pensando que “de alguna forma ya se re­solverá”, y finalmente habrá otro grupo de personas, que piensen que lo que más les conviene es prepararse para sacarle provecho a las transformaciones que se inician.

 

En cierta medida todos tienen razones poderosas para responder de la manera que lo hacen, veamos: si la actitud es de negación o rechazo, un buen ejemplo lo podemos encontrar en un artículo que salió publicado recientemente en la prensa, se refería a la actitud de negación de los miles de personas que habían depositado sus ahorros en uno de los bancos, ahora privados, más grandes, en lo que hasta ayer era Yugoslavia. Los ahorradores se negaban a aceptar que el banco se encontraba en bancarrota a pesar de que, horas antes de marcharse del país, el presidente del propio banco así lo había anunciado a la prensa. Los cuenta habientes insistían en llevar su dinero al banco en franco desafío a la realidad anunciada, y es que “"necesitaban" para sobrevivir en las actuales condiciones de penuria económica en su nación, que ese banco continuara pagando los altos réditos que venía cubriendo. El espectro de ver ya no sólo perdido todos sus ahorros, sino de ver mermadas sus modestísimas entradas, los llevaba a negar la realidad.

 

En el segundo caso, aquellos que escogen asumir la realidad con el fatalismo de que “"de alguna forma se resolverá", es evidente que no están ejerciendo su libre albedrío, lo que a su vez es posible que provenga de sentirse en estado de indefención, sea éste real o percibido. Sentir que las soluciones nos rebasan, a su vez nos impide contemplar cualquier otra acción práctica que no sea la de esperar "a ver qué pasa". Sin duda existen muchos aspectos de la vida en que no nos queda más remedio que ser así de fatalistas. Basta pensar en la mayoría de esos trabajadores de la IBM que perdieron sus empleos sin tener algo que ver con las decisiones erradas por parte de la dirección de la empresa.

 

La tercera alternativa —la de asumir los cambios como una oportunidad para enfrentarse a un reto— requiere en primera instancia de información. Estoy convencido que la resignación, y la negación prosperan con más facilidad cuando impera la desinformación. En contraste tenemos que a medida que estamos mejor enterados de lo que acontece y de las alternativas reales, tanto mayor será nuestra capacidad para tomar iniciativas inteligentes.

 

Habrá que reconocer que tenemos que retornar a la “escuela”, no creo que hay forma de obviarlo, claro está, si queremos permanecer activos en la ocupación que está siendo transformada. Admito que no es fácil para alguien encaminado en la vida, encontrar el tiempo necesario para volver a capacitarse. Sin embargo cada día se hace mas palpable el hecho que sólo para mantenerse al día y seguir siendo competitivo, habrá que estar re-entrenándose varias veces a lo largo de una vida. En una economía global y por ende competitiva, México se encuentra en esa encrucijada, la idea de que una vez dominado un oficio ya se tiene asegurada la existencia para siempre, es una premisa que ha dejado de ser cierta.

 

El reto está en adquirir las habilidades necesarias para ir aprovechando la Revolución Tecnológica en la medida que la misma se está desplazando. Es el típico caso de ir haciendo el camino al andar. No solamente existen consideraciones serias que hay que asumir con relación a las inversiones requeridas, —tales como tiempo para el aprendizaje, por un lado, y recursos económicos para allegarse de los equipos, por el otro— también hay que enfrentar otro gran reto, el asociado con los criterios conceptuales del propio trabajo. Se necesita volver a examinar las soluciones visuales del pasado, con vista a las nuevas oportunidades para resolver el eterno dilema de la forma y el contenido.

 

En la actualidad, ya no estamos limitados en nuestro proceso creativo por las barreras tradicionales determinadas por la óptica o la química. Ahora, al disponer de los medios para rebasar muchos de esos impedimentos, es posible aspirar a nuevos resultados en nuestra producción creativa, dando por descontado, que vendrán nuevos escollos en la medida que la tecnología digital se vaya estableciendo. La bondad de los nuevos procesos sólo tendrá vigencia, aparte de los criterios económicos, si nos permite replantear la imagen fotográfica, que a su vez puede ayudarnos a nuevas formas de percibir el mundo que nos rodea. Recordemos como la pintura cambio a partir de la presencia de ese proceso llamado fotografía; ahora será el cine y la fotografía, entre otros, quienes se tengan que replantear su destino con la aparición de los procesos digitales.

 

Los cambios a los que venimos aludiendo tienen que ver, no sólo con la manera en que las imágenes son creadas, sino también con el modo en que éstas son puestas en circulación. Antes de que lleguemos al año 2000, los criterios de lo que podemos hacer con las imágenes, ya sea para venderlas, publicarlas, archivarlas, o exhibirlas, habrán sido fuertemente transformadas con respecto a lo que hoy se conoce. Los formatos tradicionales obviamente no desaparecerán; seguiremos teniendo libros, revistas, espacios en las galerías, etc., sólo que esas opciones ahora se verán enriquecidas con la inclusión de formatos digitales desconocidos hasta el momento. Estos nuevos vehículos habrán de brindar maneras más rápidas, económicas y efectivas para distribuir, recibir y procesar información.

 

Algunas de esas alternativas se encuentran en los discos CD-ROM (Compact Disc-Read Only Memory); discos láser; redes de fibra óptica; transmisión vía satélite; transmisión por cable; tarjetas de memoria ultra rápida; tecnología de compresión; computadoras personales portátiles; televisión de alta definición; etc. A diario salen noticias sobre las más recientes innovaciones que permiten acelerar el flujo de información digital y logrando con ello costos cada día más accesibles al público en general. El impacto de la televisión sólo se hizo patente cuando las masas tuvieron acceso, por costo, a esa tecnología, el proceso tardo cerca de 25 años en desarrollarse, en cambio la transmisión por fax, paso a ser, en sólo cinco años, de un instrumento desconocido a uno de uso casi tan frecuente como el teléfono.

 

La actual crisis económica por la que atraviesa gran parte del mundo industrializado ha traído consigo el recorte implacable en los gastos de operación de las organizaciones tanto públicas como privadas. Tales recortes se han manifestado, entre muchos otros, en una reducción en los gastos de publicidad, lo que a su vez ha obligado a la mayoría de las revistas que han logrado sobrevivir, a reducir el número de páginas que venían publicando. Esta cadena de reducciones, ha impuesto un adelgazamiento substancial en el mercado disponible a los fotógrafos. Con menor número de páginas que llenar, las revistas hoy compran menos reportajes y aquellos que se adquieren son pagadas a menor precio que antes (foto reporteros); en forma paralela las agencias de publicidad al tener menor demanda han reducido la adquisición de imágenes publicitarias (fotógrafos de estudio). En momentos de fuertes presiones económicas, como los actuales, los fotógrafos que ya cuentan con cierta clientela, busquen la forma de abatir sus costos de producción para mantenerse competitivos y así no perder sus clientes. Muchos han encontrado que los procesos digitales ofrecen precisamente esa anhelada reducción de costos, si bien no de inmediato al menos a medio plazo. Resulta entonces que los primeros en adquirir los conocimientos necesarios para utilizar las tecnologías digitales serán los que más adelante llevarán la delantera. Un ejemplo de estos cambios es lo que pasa en los principales diarios en los E.U.A., la mayoría de éstos periódicos han cambiado sus procesos para elaborar las fotografías del diario, de uno químico a uno digital. Las ampliadoras con todos sus accesorios colaterales, han ido a dar a la bodega.

 

Al mismo tiempo que se anuncian los recortes en las revistas de gran circulación, como menciono antes, la tecnología digital, se hace presente en uno de los sitios, para mí, menos esperados: las revistas “underground”. Tan sólo el área de Los Ángeles, han florecido una verdadera legión de tales revistas, 400 para ser exactos. Esas revistas creadas totalmente por medio de computadoras personales o copiadoras, le han dado voz a millares de individuos que antes no la tenían. Algunas de esas revistas, como “Ben is Dead”, creada por dos jovencitas de escasos veinte años, tratando asuntos de la “cultura” entre los jóvenes, ha crecido de un tiraje inicial de menos de mil ejemplares a 16,000 mensuales. Sin infraestructura y con mínimos recursos, muchas de esas revistas han prosperado a niveles que causan el asombro hasta de quienes las iniciaron.

 

En el futuro no muy lejano, el fotógrafo(a) tendrá que ofrecer algo más que sólo sus fotografías, para mantenerse en competencia con otros fotógrafos de igual talento. Aquellos que no se pongan al día desde un punto de vista tecnológico sólo podrán entregar imágenes como si se tratara de una “materia prima”, siendo otros los que las transformen. Ya la historia nos ha mostrado, el destino que le depara a aquellos pueblos que sólo ofrecen materias primas. Lo menos que se puede decir es que siempre han tenido las de perder.

 

Uno de los resultados inevitables de todos estos cambios tiene que ver con cierta integración vertical en las actividades del fotógrafo(a). Daré algunos ejemplos: En el futuro el fotógrafo(a) probablemente tendrá que entregar sus imágenes en formato digital junto con la correspondiente selección de color o el medio tono necesario para su reproducción. El primer caso es para su uso en medios electrónicos que irán cada ida en aumento, el segundo ejemplo para la reproducción en medios impresos que a su vez están siendo radicalmente transformados con nuevos procesos de producción. Así como muchos diseñadores incursionan hoy en el campo de la fotografía, muchos fotógrafos harán lo mismo en el campo del diseño.

 

Muchos fotógrafos editarán sus propias publicaciones digitales para ser distribuidas, ya sea en discos digitales, o en redes digitales de computadora a computadora, o al aparato de televisión. Muchos fotógrafos ya comienzan a tomar video, y en un futuro no muy lejano, la calidad del video será tal, que del video en movimiento se puedan separar imágenes fijas de alta calidad. Con ello la imagen en movimiento pasará a formar parte cada vez más prominente del repertorio del fotógrafo hasta ahora llamado “de fijas”. El sonido tendrá que ser parte integral de su trabajo a medida que se vayan ampliando los diversos medios de producción.

 

En la cinematografía al igual que la fotografía la película sensible todavía tiene algún tiempo por delante antes de que se discontinúe por completo su uso, mientras eso ocurre, se puede decir ya desde ahora, todo apunta a que la imagen será transformada en información digital para ser procesada en ese formato una vez captada la imagen sobre película. Con este cambio, los procesos analógicos que actualmente se usan dejarán paulatinamente de tener vigencia. Eso no solo encierra cambios dramáticos en cuanto a las posibilidades de expresión, los técnicos involucrados tambien tendrán que aprender a manejar esos nuevos procesos de producción, lo que a su vez no dejará de tener su propio drama.

 

La gran Revolución Digital, es eso, una enorme revolución, ya que sus efectos son tan profundos; no sólo cambian nuestros parámetros creativos, también los económicos son alterados. Los nuevos procesos tienden a recortar costos, abrir nuevos mercados, alterar la manera de producir, recibir y procesar la mayoría de los productos culturales, tanto plásticos como musicales. En el campo de la representación, la “realidad” cobra un nuevo giro, allí donde hasta ayer sólo se encontraba la fotografía documental (aquella que supuestamente representaba un “fiel testimonio de la realidad”) vamos a encontrar representaciones “realistas” pero a la vez “más subjetivas” de lo que los recursos tradicionales permitían plasmar. Esa sola variante, habrá de alterar todo el orden establecido —con respecto a la credibilidad fotográfica— a lo largo de los pasados ciento cincuenta años de la fotografía.

 

El asunto que la “imagen digital” pone en singular entredicho, y de particular interés para las actividades culturales, es el tema relacionado con la representación de la realidad. Es cada día más evidente que podemos alterar una imagen a voluntad, al incluir o excluir, de acuerdo a nuestro deseo, ya sea antes de tomar la imagen o después de haber accionado el obturador. Resulta por lo tanto interesante observar, cómo esa fotografía tradicionalmente revestida con un manto de integridad con respecto a la realidad —y como prueba de ello teníamos el negativo— se convierte en un tema que rápidamente replantea a la fotografía.

 

 

NEWSWEEK, 4 de enero de 1993

Y qué bueno que así sea, demasiados fotógrafos han abusado de ese frágil manto de credibilidad acordado a la fotografía, haciéndonos creer que lo que estábamos observando era un “testimonio”, cuando en verdad lo único que estábamos atestiguando era una fantasía disfrazada de documental. Un buen ejemplo de esto lo podemos encontrar en la famosa fotografía llamada EL BESO del fotógrafo francés, Robert Doisneau. Resulta que Doisneau para defenderse de un juicio adverso, elevado en su contra, por quienes sustentan ser la pareja captada en dicha imagen, alega que los fotografiados no son en realidad esas personas que ahora lo demandan, sino un par de actores que el contrato para producir esa fotografía (con singular ironía asegura tener los negativos que prueban que eran los actores que él dice, sin apreciar que con ello también confirma que su “momento decisivo” nunca lo fue), es cierto que Doisneau nunca garantizó la factura de la imagen EL BESO, fuimos nosotros que admiramos esa fotografía, quie­nes quisimos creer que se trataba de un momento decisivo, pero tampoco estábamos tejiendo en el vacío, detrás de esa convicción es­taba el peso histórico con respecto a la credibilidad de la fotografía documental y sobre todo del instante decisivo. Ahora por pura casualidad sale a la luz pública la verdad, y con ello se pone de manifiesto nuestro auto engaño.

 

Dejamos de asistir al encuentro poético, casual y amoroso entre dos seres anónimos en una calle parisina. Ahora sabemos que sólo presenciamos una deliberada puesta en escena, entre dos actores a sueldo, con un fotógrafo cuya mayor gracia consistió en armar la escena. Vaya alteración de realidades, la nuestra y la que ahora evidencía esa imagen. Y qué decir del fotógrafo que hace un par de años obtuvo sendos premios por la mejor imagen de foto reportaje, con aquella fotografía de un hombre con su turbante y de espaldas, apostado en primer plano alzando por encima de su cabeza una metralleta, mientras que al fondo contra un cielo enegrecido por el humo, ardían sendas torres de petróleo, una a la izquierda y otra a la derecha de quien se ostentaba blandiendo su metralleta de guerrillero, y todo en algún lugar del desierto entre Kuwait e Iraq. La verdadera historia detrás de esa imagen publicada y premiada ampliamente en todas partes del mundo, como documento de la guerra en el Golfo Pérsico, es que el fotógrafo al no encontrar algo que valiera la pena captar con su cámara, le pidió a su chofer que posara. La pose es de espaldas para asegurar su anonimato ya que ciertamente no era un guerrillero, la metralleta era genuina ya que, por razones de seguridad, la traían el chofer y el fotógrafo; los pozos petroleros ardiendo también eran auténticos. Desde un punto de vista físico, todo era real, todo estaba allí, el problema no era su inexistencia, sino la falsificación de una realidad presentada como documento, igual que lo hiciera Doisneau. Nuevamente encontramos, que el peso histórico de la imagen fotográfica como fiel testimonio de la realidad, es la que le ha otorgado a dicha fotografía la necesaria credibilidad, para así lograr su decepción. Como podemos ver, los procesos digitales no son el único camino para fabricar realidades inexistentes, sólo que ahora al hacerse más patente de que esas alteraciones pueden ocurrir estamos adquiriendo mayor claridad sobre el uso y abuso de la fotografía.

 

La Revolución Digital, va a elevar la conciencia de todos nosotros con respecto a las posibilidades cada día mayores, para transformar las imágenes. Las alteraciones evidentes, nos llevan fácilmente a entender la ficción intencional, por obvias razones estas imagenes resultan menos problemáticas. Sin embargo allí donde la alteración no es detectable, imagenes que tambien se verán con más frecuencia, el asunto se torna más complejo. Tendremos que asumir que al igual que con la palabra escrita, la responsabilidad por la integridad de lo que se muestra la tiene la persona que firma la obra. Por otra parte le toca al público estar más consciente de las posibilidades de alteración y con ello deducir sus lógicas consecuencias.

 

La Revolución Digital, dará lugar a una profunda revisión de los valores éticos, hasta hoy demasiado desatendidos, con respecto a la veracidad de lo que se presenta con una imagen fotográfica. Esto no quiere decir que no haya lugar para la imagen fabricada, al contrario, su uso será cada vez más amplio, sobre todo a medida que se difunda y comprenda el potencial de los procesos digitales. También se sabrá más y más, de los grandes maestros de la fotografía, personajes reconocidos por su integridad como Eugene W. Smith, que nos dieron fotografías consideradas “documentales” cuando en realidad no lo eran, habían sido elaboradas en el laboratorio a partir de diversos negativos, por ejemplo, aquella famosa imagen del Dr. Schweitzer.

 

Creo firmemente en la capacidad de la imagen para hacer comentarios editoriales como lo puede hacer la palabra escrita. Sólo que ahora tendremos que dejar muy en claro para todo aquel interesado, cuándo una fotografía es un documento testimonial y cuándo no lo es. Nos hallaremos escudriñando, como nunca antes, todo lo que veamos, para dejar esclarecido cuando una fotografía es documental, o sea que no tuvo alteración o manipulación la realidad, y cuando se trata de una interpretación, que desde luego es un enfoque muy legítimo, pero obviamente no un documental.

 

Por último me referiré a una vertiente completamente nueva, la de los procesos digitales que se ocupan de la “realidad virtual”, uno más de esas grandes innovaciones tecnológicos que nos habrán de rodear, literalmente. Al invitar que nuestros cuerpos y sentidos se unan en una especie de danza conjunta con nuestras herramientas, la topología del placer, las emociones y la pasión se habrán de elevar hacia direcciones aun desconocidas.

 

Una transformación similar ocurrió en la Edad Media, cuando el teatro emerge del contexto monacal, y se une con la experiencia fecunda y sensual que le dio origen a la Commedia dell’Arte. En esa misma época histórica, el contenido monolítico cristiano era inundado por una ola de imágenes pasionales, sensuales y arquetípicas.

 

Ese encuentro de textos, cuerpos, y la polifonía narrativa, dio paso a Shakespeare, a la gran opera, y a todas las permutaciones visuales de impulso dramático que han llegado hasta nuestros días.

 

En la medida que observo esta época turbulenta y veo hacia el futuro, me encuentro repasando los años recientes, un período de grandes transformaciones y confrontaciones, nuevas maneras de hacer y ver las cosas, criterios y conceptos repensados, percepciones replanteadas, ideas convulsionadas. En medio de toda esta entropía me surge la pregunta recientemente planteada en San Francisco, por el distinguido científico inglés, Stephen Hawking: “¿Por qué podemos recordar el pasado, y no el futuro? ”.

 

Fue Giotto quien hace setecientos años redefinió el marco de referencia temporal para el artista. El solito, creó una nueva manera de organizar y visualizar el espacio, también nos legó ese marco de referencia para el tiempo suspendido, un precursor del “instante decisivo” tan prevaleciente en la fotografía contemporánea. Nos encontramos en un momento cuando la fotografía tal vez pueda ir más allá de ese instante decisivo anclado en los tiempos del Giotto. Tal vez tenga mucho sentido la pregunta de Hawking y lleguemos a recordar el futuro, y que la fotografía digital nos permita encontrar una nuevo pasaje hacia ese destino marcado por los relojes y odómetros de la historia. No creo que busquemos construir una mejor ilusión del mundo, tal vez sólo aprehender nuevas formas para comprender nuestras ilusiones, y así entender mejor nuestro mundo.

 

 

Pedro Meyer, 1993
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