Carretera Nacional

 

La Carretera Nacional Acapulco-Zihuatanejo ha sido un lugar simbólico en mi vida por varias razones. Un día antes de inscribirme en la Universidad para estudiar Medicina, recorriéndola ocurrió un accidente justo ante mis ojos, me quedé paralizada ante el horror del cuadro y decidí optar por la Economía, no podría volver a enfrentarme a las imágenes de cuerpos heridos. Algunos de los recuerdos más vívidos y excitantes tenían que ver también con ella. De niña la recorría parcialmente al ir a la escuela y el fin de semana por completo, de Acapulco a Zihuatanejo. Lo que encontraba en el recorrido, no eran lugares de tránsito para mí como para la mayoría, eran lo mas preciado del viaje un museo lineal al aire libre. Años después, movida por la curiosidad, regreso a ésta carretera a explorar lo que mis ojos alcanzaban a ver desde el auto familiar.

 

Comencé mi exploración en el pueblo en el que crecí, San Jeronimito, punto de partida de todos mis viajes. Retorné a aquellos lugares a los que de niña no se me permitía ir pero que despertaban en mí una gran atracción, como la zona del pueblo que se había inundado en los 50’s o el basurero a un costado de carretera. Sucedió lo mismo con las personas, busqué a aquel profesor que me intrigaba porque usaba un traje idéntico todos los días, a la señora que decían tenía encerrada a su hija en una celda por “posesión diabólica” y decoraba su casa con juguetes; uno a uno los fui fotografiando. Después me dirigí a todos los poblados que desfilaban ante mí en mis viajes, aquellos en los cuales nunca había caminado hasta el día de hoy, en el proceso de escudriñarlos me veía intermitentemente en el hoy y en el pasado. Me queda claro que la memoria no reproduce, opera un poco como la imaginación porque algunas veces mis registros no concordaban con mi contemplación presente. En el acto de vagar siguiendo el método de abrazar la casualidad, encontré además personas nuevas y a otras las busqué atraída por lo que la gente me contaba; no me equivoqué, quién tiene una historia de vida fascinante termina reflejándola de alguna forma en la construcción de su imagen personal así como de sus espacios íntimos.

 

Estas imágenes son los vestigios de mi viaje como actividad performática en la que generé nuevos vínculos con el lugar, son la creación de una representación que da cuenta, simbólicamente, de mi irrupción. Sin proponérmelo usé los lugares y personajes para crear mi imaginario personal. Hurgué en el presente, como una forma de dar vida a algo que ya no existe por medio de la representación y de recobrar momentáneamente el pasado.

 

Melba Arellano

 

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